Día 1
Retomo mis escritos que no sé porque abandoné pues ahora hecho de menos consultar las notas de lo que aconteció en los últimos meses. Hemos permanecido en la ciudad donde iniciamos nuestras andanzas, Falcon’s Hollow, a servicio de la guardia de la ciudad (excepto nuestro bardo que se ha empeñado en aprender herrería y allí lo han tenido golpeando y golpeando sin parar; creo que lo máximo que ha conseguido hacer es un clavo). En estos meses, sin embargo, nos hemos ganado cierto renombre de hombres justos y con cierta bondad, capaces de deshacer cualquier entuerto al que nos enfrentamos. Al menos, ya que no puedo consultar mis notas, es lo que creo y lo único que justifica que aquella señora nos abordara, entre gritos, en la calles. Mis compañeros, ya os hablé de ellos, creen que su acercamiento fue debido a nuestros uniformes de la guardia, pero yo prefiero pensar de otra forma. ¿Quién, en su sano juicio, acudiría a pedir ayuda a un guarda de la ciudad?
La mujer, entre sollozos y gritos, nos explicó que algo había cogido a su marido y lo había introducido debajo de la cama. Ni que decir tiene que acudimos prestos al rescate. Nuestro amigo el paladín, en una actitud muy sospechosa, decidió quedarse en la posada (creo que está pasando una crisis de identidad) y nuestro amigo saltimbanqui decidió quedarse con él. Debo decir que en los últimos tiempos se han vuelto un poco perezosos. Así pues, nos dirigimos a la casa: el bardo, el gnomo, el enano y yo mismo. Le dijimos a la mujer que esperara fuera; si habíamos de enfrentarnos con la terrible pelusa devorahombres que habita bajo los jergones mejor que no estuviera cerca (naturalmente, bromeábamos para rebajar la tensión).
Los sucesos dentro de la casa fueron un poco extraños. Todos relatamos una historia parecida: una bruma que salía de debajo de la cama, un trasgo muerto, unas ropas de niño que parecían ser el origen de la niebla, la hija asustada bajo las mantas de la cama y el padre muerto bajo ella y el ruido de juegos infantiles. Sin embargo, no todos vivimos la misma experiencia. A mi me parece claro que fui yo quien acabó con la amenaza destruyendo con fuego los restos de la ropa, pero el enano y el gnomo aseguran que golpearon con sus armas la niebla y acabaron destruyéndola. El bardo, por su parte, asegura que había un niño deforme y que acabó con él. Sea como fuere, todo terminó. Salvamos a la niña, incluso al padre que resultó que no estaba muerto y la madre nos agradeció entre lloros nuestro trabajo (aunque no teníamos claro cómo lo habíamos hecho). Nuestra fama sigue creciendo.
De la habitación extrajimos un colgante que era el origen de la maldición. El paladín dijo que estaba maldito (tuvimos que ir al bar a buscarle); un viejo de la localidad nos dijo que recordaba ese colgante de hace mucho tiempo (cuatro inquilinos atrás de la casa, una historia muy triste) y finalmente la clériga, recordamos que había una en el pueblo, acabó con la maldición. Le dejamos allí el medallón, como pago (y por si su pericia anti-maldición no era tan buena como decía).
Fuimos a informar a Hacha, nuestro jefe, de lo que habíamos hecho (no fuera que pensara que habíamos estado ociosos) y Cionadh se presentó en su trabajo en la herrería (sus excusas de que estaba en una misión para la guardia de la ciudad se le van a acabar pronto, me temo).
Día 2
La mañana fue tranquila, pero a media tarde vimos acercarse un carromato a todo galope hacia el pueblo. Sobre él iba Tom, un granjero de las cercanías que conocíamos, que venía gritando como un loco. No fue hasta que conseguimos pararle que nos enteramos qué le pasaba: ¡trasgos! ¡trasgos de los bosques habían atacado su granja!
Le pregunté a Tom por su familia, pero él me dijo que afortunadamente pasaban unos días en casa de la madre de su mujer. Estaba sólo en la granja y huyó nada más ver a los trasgos. Le pedimos que avisara a Hacha, le pedimos que nos prestara el carro y nos dirigimos a la granja. ¿Trasgos en Falcon? ¡Se iban a enterar! A su encuentro iba la primera unidad carrotransportada de la historia de Falcon’s Hollow.
Al llegar a la granja todo estaba muy tranquilo y muy silencioso. Me olí una emboscada traicionera a la que son tan aficionados estos globinoides, pero aún así nos acercamos a la granja. Cerca del secadero, entre este y el establo de Tom, oímos un ruido. Nos detuvimos aguzando nuestros sentidos y cuando nos quisimos dar cuenta una de esas criaturas salía huyendo de la paja. Todos le persiguieron y se acercaron a la paja, pero yo me temí lo peor y me quedé esperando en la retaguardia. Mis temores se confirmaron cuando desde el establo aparecieron dos orcos armados con sendos arcos. No tenía muchas opciones, cargué contra ellos esperando no darles tiempo a disparar (cosa que conseguí) y pusé en practica una de mis disciplinas de combate (mis compañeros se quedaron un poco asustados cuando acabe de sacar los ojos del segundo trasgo con mis dedos afilados como garras. Sí, amigo lector, en los momentos de peligro, mi cuerpo deja translucir mi herencia draconiana y mis manos se convierten en garras. Eso, unido a mi entrenamiento en las disciplinas de combate, me convierten en una máquina de matar.
Dos trasgos más salieron por el establo. El gnomo y su fiel compañero (un gato que se cree tigre) se acercaron a ayudar, pero tuve que desilusionarles, maté a los dos que quedaban. Otros dos surgieron de una de las casas, protegidos tras las ventanas, pero fue Cionadh quine acabó con ellos de certeros y poderosos flechazos. Otros tres salieron al patio y quisó la mala fortuna que se toparan de frente con nuestro compañero enano: batido de trasgo, que más puedo decir. Uno de ellos, viendo la que se le venía encima, echó a correr hacia el bosque. Creía que podría poner distancia entre él y el enano y así salvarse, pero no contaba conmigo. Le apunté con mi dedo, pronuncié unas arcanas palabras y le abatí de una certera cerbatana mágica… ¡a 100 pies de distancia! Sí, lo sé, ¡espectacular!, pero no me gusta presumir de mis logros.
Poco rato después, mientras hacíamos el registro, Hacha se presentó con algunos guardias y el propio Tom. Pudimos comprobar que los trasgos habían saqueado toda la granja y que era una partida más numerosa que la que nos habíamos encontrado. De hecho, nos dimos cuenta que los trasgos muertos pertenecían a varios clanes (cuatro en total), lo que nos hizo sospechar que algo importante se estaba preparando en el bosque.
Hacha mandó al bosque a un ranger de su equipo y nos felicitó y dijo que descansáramos hasta el día siguiente. El gnomo (y su tigre) no le hicieron caso y se empeñó en pasar la noche en el bosque hablando con un topo (¿o era una ardilla?). En cualquier caso, tras pasar la noche en vela conversando con los animales, nos comentó que había mucho movimiento en el bosque, que había muchos trasgos y que la comida empezaba a escasear.
Cionadh ha encontrado trabajo cantando en la taberna. Fuimos a poyarle porque, entendemos, hay que animar a los amigos en los inicios de sus carreras artísitcas. La actuación no estuvo mal y el dueño le pidió que repitiera en las próximas noches. Nuestro cantante está pensando abandonar la herrería (donde no avanza mucho) y dedicarse más profesionalmente a la canción). Nosotros esperamos que haya descuentos en las cervezas a los amigos del cantante.
Día 3
Sin noticias del ranger (pensamos que se lo pudo comer el tigre en una incursión que hizo por el bosque cuando estaba cansado de ver a su amo hablar con cosas que no le dejaba comer). «¡Con la comida no se habla!» le decía. Al llegar la noche, Cionadh volvió a cantar en la taberna.
Tras finalizar la actuación, el ama de llaves de la familia del dueño, conocedora de sus amistades con personas de la guardia (nos habíamos hecho notar bastante en el local), le pide un favor. Al parecer, la hija del dueño de la taberna (que también es dueño de una empresa de fabricación de vidrio cercana) ha desaparecido. Le enseña una carta, al parecer firmada por el hermano, en la que este se cita con ella para compartir cierta información preocupante del padre de ambos (nota, son hermanastros, ya que él es un semielfo). Nuestro bardo interroga al ama de llaves y descubre que el hermano y el padre no se llevan bien y que fue repudiado por el primero (por su origen bastardo). No me queda muy claro si son hermanos por parte de madre o por parte del padre, pero para lo que aconteció después, no fue importante.
Cionadh le dijo al ama de llaves que podríamos investigar lo sucedido a cambio de una remuneración adecuada. Ahí le salió la vena nororiental que lleva en la sangre y la hafling (el ama de llaves es de esta raza) se disculpó y se marchó sin hacer ningún tipo de oferta. Digamos que nos quedamos con un palmo de narices.
Día 4
Hacha llama a la puerta. Es muy pronto, tanto que creo que él mismo se ha encargado dedarle una patada en culo al sol para poder venir a despertarnos. Nunca debimos tomarnos aquella segunda cerveza (sin ella, no hubiera habido tercer, ni cuarta, ni…)
Nos dice que hay extraños incidentes en la cristalería (el mismo dueño que la taberna, recuerde querido lector) y que si lo sabíamos, deberíamos estar ya investigándolo. En resumen, Hacha nos ha echado la bronca por no estar haciendo nuestro trabajo y desconfía de las halfling que te traen regalos (o entuertos), pues pueden ser amigas de tu jefe.
Nos fuimos a la cristalería y la encontramos casi abandonada. Y digo casi porque justo en el momento de cruzar la sala de los hornos, salieron varios trasgos (que juro que antes no estaban) y empezaron a dispararnos flechas. Combatimos con valor, a pesar de estar rodeados y en inferioridad numérica, pero gracias a nuestro arte marcial, a nuestra suerte y a nuestras capacidades personales, acabamos con todos ellos (menos uno que se nos escapó y tengo fichado para la proxima) y eso que el gnomo no estaba con nosotros porque había preferido entrar por «otra puerta«. Comprobamos, como en la granja, que todos los trasgos eran de varios clanes y que habían estado saqueando las instalaciones. Terminamos de recorrerlas y casi al final, en una puerta que dejamos atrás porque no consideramos importante, encontramos una escalera que desciende al sótano de la fábrica.
¿Qué nos deparará el descenso? Me temo, querido lector, que eso lo relataremos en otro momento.