Al empezar este camino, Sento y yo vimos algunos compis en la estación del Norte y por otro lado a Txema y a Sergio. Nos tomamos un café con los compis mientras Txema y Sergio se dispersaban y al volver Sergio ya se había ido… cachis…

Subimos al tren a Tarragona y Txema extenuado por los excesos de la noche anterior se tumbó a dormir, no sin antes soltar su primera frase: Para llevar menos peso he cambiado los calzoncillos por tangas . Mientras tanto y muy sorprendidos porque no nos roncaba nada, Sento y yo vimos la peli del tren «La casa de las dagas voladoras».

En la estación de Tarragona mis compañeros se sorprendieron de que te cobren hasta por ir al baño… he de recordarles que aquello es cada vez menos el mismo país, la misma cultura… 😦

Nos zampamos una semi-comida en el bar de la estación, de pie y con algo de chufla de los parroquianos que no sabían ni lo que era un peregrino (¡oiga! ¡que nos lo preguntaron y todo!) y esperamos pacientemente la llegada del tren que nos llevaría a Pamplona… un Talgo clásico, clásico, clásico…

El viaje fue ameno para todos menos para Sento, que sigue teniendo problemas con los trenes, con los tamaños de butaca, los bares, las prohibiciones de fumar, la calidad de las pelis, los cuartos de baño… vamos, que le encanta viajar 😀

Txema y yo aprovechamos los escasos momentos que nos quedaban para seguir practicando nuestro Go (la cuenta, hasta la fecha de publicación del diario sigue empardada), para el que no lo sepa, el Go es el ajedrez chino-japones…

Por fin llegamos a Pamplona y llega el momento de que Txema se separe de nosotros, ya que se iba a hacer el camino del Norte… si lo llega a saber ni lo intenta… Después de una última copa, el parte hacia el centro (que es la mitad que el de Valencia) y nosotros tomamos el taxi hasta Roncesvalles (viene a costar unos 50€)

Para variar la dinámica que habíamos adquirido Sento y yo en Valencia, al llegar a Roncesvalles nos encontramos un albergue cerrado y otro completo por lo que nos mandan a unas tiendas militares en el vado de un río… por un momento nos acongoja el recuerdo de nuestro incidente en Triacastela el año anterior, pero esta vez el Santo se nos pone de cara (mientras puteaba al otro miembro del grupo) y nos concede tiendas con camas y colchón.

Después de tomar posesión una cama nos acercamos a la taberna más próxima con la intención de cenar… ya no había menú de Peregrino, por lo que nos vimos en la tesitura amarga de tener que cenarnos unos chuletones enoooooormes… ¡qué sufrimiento! Por supuesto lo regalamos con una botellita de vino, por aquello de que no haga bola…

Sento afirma, antes de llegar al postre, que mañana va a llover y que este año nos vamos a mojar más que el anterior (¿le habrá dado la vaca del Señor superpoderes?)