Pathfinder: Return of the Runelords. Secrets of Roderic’s Cove (I)


17/01/2021. Pathfinder. Juan (DJ), Alan (Marvin), Scott(Kravin), Sento (Englier), JC (Kravin)


Al llegar a Threshold nos percatamos de que el tiempo transcurría diferente en el interior de la forja, convencidos de que habíamos pasado allí una semana, volvimos a Threshold tres meses después.

Hubo otra peculiaridad de la que nos enteramos al regreso, durante nuestra estancia en la forja se habían producido extraños hechos en el ducado, todos relacionados con movimientos terrestres, y éramos los únicos que podíamos relacionarlas con nuestra entrada en la Forja. La mayoría de incidentes se habían producido en un pequeño poblado en la Bahía de Vorloi, todo lo que llegaba de allí eran noticias de muy variados eventos sobrenaturales como gigantes que se movían, ciudades que habían aparecido, ciudades que habían desaparecido,… y casualmente todas pararon cuando salimos de la forja, y casualmente también se pasó por nuestra casa nuestro amigo el Ministro del Interior para comentarnos que sería interesante pegar un ojo a esa zona del Gran Ducado utilizando la cobertura de nuestra empresa de aserraderos ¡Ni una semana nos dejó estar en casa el muy cabrito!

Volvimos a empacar todo y sin una mísera visita a las tiendas de objetos mágicos, partimos en barco por el río hasta el Golfo de Marilenev, de allí a Vorloi donde cogimos unos caballos para ir hasta la Cala de Roderic.

Se trataba de un pueblo atravesado de norte a sur por un arroyo con varios puentes, por lo visto había sido fundado 100 años atrás por un tal Aurec Roderic. Lo más característico era la plaza mayor, decían estaba construida sobre unos círculos de piedra druídicos y ahora tenía un mercadillo cada tres días. Era el sitio donde la población pasaba las tardes, ya que allí estaba la taberna y, aunque menos importante, el Ayuntamiento.

La entrada al pueblo nos permitió ver algunos sitios de interés, los cuales no daban para que se preocuparan por el turismo masivo. Lo más destacado se encontraba en el noreste, la Mansión Peacock, de reciente construcción, cerrada a cal y canto pero con movimiento en el interior. A continuación un molino que accionaba sus aspas con la corriente del río. Ya en el noreste un cementerio con un pequeño templo, la Capilla de la Señora, y antes de llegar a la posada un horno (fácil de localizar por el aroma).

La posada también hacía de pensión, así que pedimos dos habitaciones y algo de comer, que el viaje nos había dejado famélicos. La comida era abundante, no refinada pero correcta, y a un precio más que razonable. Tras la propina a la camarera (propina entregada por Hank de la bolsa de Englier sin que este se enterara), le comentamos que estábamos estudiando abrir un aserradero en la zona, y claro, estábamos preocupados por si eran habituales los terremotos, derrumbes o similares. La palabra derrumbes provocó un inesperado cambio de actitud en la camarera, súbitamente se puso a la defensiva y nos dijo que no había problema de derrumbes, en todo caso de pandilleros, son dos grupos en el pueblo, unos son los Colmillos Astados y los otros la Orden Resplandeciente, fuera del pueblo hay un grupo más, los Guardianes de la Carretera, estos son unos bandidos que se han organizado para proteger a los viajeros a cambio de un pequeño peaje.

Por lo visto no había muchos guardias en el pueblo, así que los pandilleros eran un verdadero dolor de cabeza para Larenza Thort, la Gobernadora del Puerto.

Larenza Thort

Para bajar la comida dimos una vuelta por el pueblo, tenía una herrería y una armería (bastante normalitas). También encontramos otro templo, el Templo de las Estrellas y el Camino, un curioso templo con varios altares dedicados a una decena de dioses diferentes de todo tipo de alineamientos, incluso Halav tenía un altar (algo que emocionó a Englier). Miesalo Salem, un semielfo que estaba encargado del templo, nos dijo que él solo se encargaba de la conservación de las capillas y de mantener la paz entre todos los seguidores que visitan regularmente el lugar.

Otro de los edificios destacados era la cárcel, que también hacía funciones de cuartel de la guardia. Cerca había una perrera, en ella la familia Hutsen criaba una raza de perros típica de la zona, una raza del tamaño de un dogo pero con una cresta a lo punk que les recorre cabeza y lomo.

Pasamos por un ahumadero, una botica y llegamos a The Claw of the Rampant Reef (La garra del arrecife rampante) un restaurante de mucha categoría que no desentonaría en la zona cara de Treshold, pero aquí pegaba menos que un paladín en un puticlub. Intrigados decidimos cenar allí y aprovechar para investigar. Los platos que servían eran muy caros para la población, además eran escasos, quizá por ello toda la clientela era de fuera. El dueño vino a saludarnos interesado de cómo habíamos encontrado su restaurante, hablando con él nos contó que se había cansado de la gran ciudad y había ido a este pueblo donde podía hacer sus experimentos culinarios en tranquilidad. Englier hizo amistad con él y el dueño se sentó en la mesa con nosotros y mientras nos invitaba a unos chupitos nos contó como mantenía los restaurantes que tenía en la ciudad, su falta de clientes locales en este restaurante, lo cerrada que era la población del pueblo y lo poco que les gustaban los extranjeros, lo que era un problema porque su clientela era prácticamente de fuera.

Aprovechamos su confianza para preguntarle sobre los incidentes del pasado mes, nos contó que ocurrían cosas extrañas, había comentarios sobre lugares embrujados, fantasmas, poltergeist, gremlins… Esto había causado problemas a los viajeros que venían al restaurante, sobre todo los que venían desde el Este, que es donde parecían concentrarse los problemas. Éstos habían ido en aumento hasta una noche hacía unos 10 días, cuando en el círculo de piedras de la plaza se había encontrado media docena de pandilleros del pueblo descuartizados, cuerpos rápidamente retirados por los guardias, que habían tratado de taparlos.

Teníamos una pista, el círculo, así que fuimos allí a ver si aún podíamos encontrar alguna pista de lo que había sucedido, pero lo único que encontramos fue un rastro ínfimo de magia residual, hacía mucho tiempo que ahí no había nada activo.

Ya que estábamos en la plaza, tomamos unas cervezas en la posada y nos fuimos a dormir, haciendo guardias toda la noche porque algo olía a cuerno quemado.

Ya por la mañana fuimos a la cárcel a ver a la alguacil, Julit Freson, le informamos de que éramos un grupo de aventureros acostumbrados a colaborar con autoridades locales, pero no tuvo ni el más mínimo interés, nos pidió que dejáramos de hablar de los descuartizados, que lo de los seis muertos era cierto, pero ninguno de ellos presentaba heridas y no tenían ni idea del motivo de la muerte.

No queríamos irnos sin colaborar en algo, que la alguacil te deba un favor siempre es interesante, así que nos ofrecimos para encargarnos de los pandilleros de los caminos, que quedaban fuera de su jurisdicción, y con eso hubo fogata blanca, nos dijo que hiciéramos lo que quisiéramos.

Roadkeeper

De la cárcel fuimos al Ayuntamiento donde el funcionario de la entrada nos impidió el paso de manera vil, con formularios. Englier trató de saltar el obstáculo utilizando su gran carisma y ese arma tan poderosa llamada “adulación”, pero no, ahí seguía el muro infranqueable, fue Hank el que sí que tenía las herramientas necesarias para flanquear el paso, se llamaba “corrupción”, así que mientras Englier salía a comprobar si se había pasado el ticket de la hora que había puesto en el caballo, Hank hizo su magia con el funcionario y gracias a dos monedas de oro (que se transformaron en una de oro y una de plata porque no hay honor entre ladrones) conseguimos un formulario express que nos permitió el paso.

Con Larenza Thort también utilizamos la cobertura del aserradero, inmediatamente nos dijo que la ciudad estaba abierta a nuevas inversiones extranjeras. Le comentamos que habíamos oído rumores de problemas con bandas dentro y fuera de la ciudad, y que claro, antes de establecer nuestra empresa nos gustaría que estuvieran solucionados, no importándonos participar en su solución.

Ladia Kelstock

Larenza estaba más abierta a la colaboración (es lo que tiene la inversión extranjera), así que nos informó de lo sucedido en el círculo, había sido una venganza, los Colmillos Astados habían sido asaltados por otro grupo, tenía que ser un ajuste de bandas. El único testigo de los hechos, Ladia Kelstock (la encargada del ahumadero), les dijo que cuando iba hacia su negocio vio como un grupo de hombres salían corriendo desde la plaza, no los conocía, por lo que tenían que ser de fuera. Tras aquello los Colmillos están prácticamente desaparecidos, su líder, Hanna Hojas Doradas (a la que llaman Oro), tampoco ha sido vista en el pueblo desde entonces.

Esos pandilleros de fuera parecen especialmente activos, Larenza nos comentó que hace una semana hubo un secuestro en el camino, se enviaron dos alguaciles para investigarlo y nunca regresaron. Era tal su preocupación que nos ofreció algún terreno local para el aserradero si éramos capaces de solucionar el problema.

Corstela Rostrata

Nuestro primer paso era obvio, interrogar a Ladia Kelstrop. Ladia se mostró muy cooperativa, tras contarle nuestras intenciones de asentarnos en la zona y solucionar la problemática del pueblo antes de hacerlo, nos contó que salió de su casa a última hora de la noche para ir al ahumadero, al pasar por la calle que va de la panadería al círculo, vio como un grupo de unos 5-6 personas salían corriendo de la plaza hacia el norte y casi la atropellan. Ella fue en dirección contraria, fue a la plaza, donde vio a los muertos con sus caras de espanto en el suelo. Según ella los que huían no eran del pueblo porque no los conocía, pero conocían muy bien el pueblo, huían hacia el norte y si fueran extranjeros hubieran ido hacia el puerto o hacia el este (de donde vienen todos los problemas) ¿y por qué al norte? al norte lo que había era la mansión Mansion Peacock, sede de los del orden resplandeciente, con su jefa Corstela Rostrata y sus estudiosos.

Nos percatamos de que Ladia ocultaba algo, y tras presionarla un poco descubrimos que era, había otro testigo, Kynae, un niño del pueblo maltratado por su padre, que estaba en la plaza cuando ella llegó. Insistió mucho en la inocencia del niño, por eso no se lo había dicho a los alguaciles, en que no tenía culpa alguna, aunque cuando ella llegó, él estaba allí.

Kynae

No sabíamos dónde buscar al niño, así que probamos con la taberna, si no había niño por lo menos había cerveza. De camino pasamos por el círculo de piedras, allí se había montado un tenderete en el que vendían bebidas alcohólicas, una especie de food truck al lado del que había cinco personas tomándose algo, a distancia del resto de parroquianos. Destacaban tanto que hasta el paladín se percató, llevaban ropajes muy similares, no llevan insignias, pero sobre el pectoral los cinco llevan una especie de marca (como si algún tipo de parche hubiera sido descosido).

No habían pasado ni dos minutos cuando por el otro lado de la plaza entraron seis o siete tipos. Nos pusimos en la barra para ver el panorama y pedimos una cerveza. El camarero pareció reconocer a los que se acercan a la plaza porque recogió rápido y echó a correr, eran los Guardianes de la Carretera y los que estaban en la plaza era claro que se trataba de los Colmillos Astados.

La pelea no tardó en empezar, y cuando íbamos a apuntarnos un espectro apareció del círculo gritando “No, mi cala no, así no”, tras las cuales desapareció. Se trataba del fantasma de Sir Roderic, fundador del pueblo, y su aparición causó tal terror en los que allí éramos que todos a excepción de nosotros huyeron despavoridos.

Sir Roderic

Y ahí terminó nuestra aventura dominical. Habría que esperar tres fines de semana para continuarla.


Contenido bolsas aventureros

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