EXO – Babieca S002 – Perdidos en Fluszeua


21/03/2021. Juan Carlos (DJ), Perico (Camden), Juan (Xander), Scott (Twelk), Lohengrin (Landel), Sento (Antolin), Alan (Jinx), Leo (Morki)


Notas preliminares

La Babieca aún no era la nave que ahora conoces, pero recuerdo que en nuestro primer viaje como tripulación, el motor empezó a ahogarse, como si le faltara respiración. Seguro que has escuchado alguna vez a un aerocoche intentando subir demasiado y como el motor va apagándose según baja la densidad del aire hasta que ya no puede seguir subiendo y cae por su propio peso. Algo así pasó con el motor de la Babieca, empezó a reducir su potencia hasta que nos vimos obligados a salir del subespacio para no perecer dentro de él.

Miles de toneladas de hierro y plástico lanzadas a una velocidad a la que ni siquiera imaginabas que se podía viajar. Y allí estaban ellos, tratando de averiguar qué pasaba, qué había pasado y, sobre todo, como frenar antes de que se encontraran con algo…

Partida

Saliendo del subespacio

23 Cuetku 3473

Y allá fuimos, saliendo del subespacio a todo trapo, sin motores, sin tener claro dónde estábamos y si aún seríamos tan desgraciados de chocarnos con algo en medio del espacio (que mira que es grande cuando quiere).

La nave que había captado nuestra llamada de emergencia desapareció como desaparecen los plátanos en las cercanías de los úkaros, pero por suerte no todo eran malas noticias, el análisis de los sensores nos indicó que no había nada cerca contra lo que estrellarse y que por lo tanto tendríamos tiempo de pegar un ojo a la nave a ver qué demonios pasaba.

Twelk y Camden fueron voluntarios forzosos para revisar los impulsores y no hizo falta mucho tiempo para que descubrieran que solo había dos posibilidades, o nos habían saboteado, cosa extraña porque ¿quién sabotea a unos mindundis novatos como nosotros? O la opción b, que tenía muchas más papeletas, nuestra obsesión con el ahorro se había cobrado la primera víctima, el combustible que nos habían puesto era una castaña (ya sabía yo que la sonrisita del mamón aquél no podía ser por lo buenos que eran mis chistes). Aquello tenía más agua que combustible, lo extraño era que hubiéramos conseguido salir de la estación orbital.

Además de descubrir el combustible alterado, cuando nos pusimos a buscar agua en los objetos de la estiba también descubrimos que éramos una tripulación de lo más paranoica, y lo que aún fue peor, encontramos agua en la estiba y confirmamos toda nuestra paranoia. Aquello era el paraíso de un psicólogo freudiano. 

Antolín se percató de que no es que los contenedores estuvieran llenos de agua ¡el agua era el refrigerante utilizado por el ordenador que transportábamos! Creo que los ordenadores que utilizaba mi tatarabuelo eran más modernos que ese inmenso trasto que apenas serviría para chatarra, pero bueno, cada uno compra lo que quiere y como dijo Antolín, a mí me pagan por transportar y no por preguntar.

Un poco más de paranoia por parte de Xander nos hizo buscar formas de vida en algunas de las cajas, pero un análisis de formas de vida lo descartó.

Hicieron falta unas cuantas horas de trabajo para purgar el sistema de combustible, tiempo más que suficiente para que los que estaban rascándosela no trabajaban encontraran una curiosa noticia en la ADEG sobre la acusación a la corporación Cepsol por adulterar el combustible ¡habíamos sido timados! (y por lo visto mis chistes si que eran muy buenos)

Artículo ADEG

Llegando a Fluszeua

Ya con el motor purgado, y sin demasiado combustible, llegamos al sistema Fluszeua, donde se encontraba Zeua, planeta de la población que había pedido el porte. Al acercarnos el sistema nos avisó de que nos están apuntando con un sistema de armamento, algo que suena como molesto pero que realmente acojona lo suyo, por mucho que se empeñó el funcionario de turno en vendernos la moto diciendo que era un procedimiento habitual anti-piratería. 

Ya con el estómago recompuesto, les enviamos el manifiesto de carga, sorprendiéndonos la alegría que manifestaron al verla, solo era un puñetero ordenador muy viejo y muy grande, pero en fin, cada loco con su tema.

Nos acoplamos a la estación espacial, que orbitaba síncronamente con un espacio puerto de la superficie y vimos que cerca nuestro estaba atracada otra nave con el símbolo , no dio tiempo a mucho más, Mulligan, el funcionario aduanero encargado de los trámites apareció por allí feliz cual perdiz por recibir el enorme ordenador. Nos ofreció un paseo por la estación y una visita a la taberna mientras los estibadores movían la carga a las naves de descenso.

En la cantina hablamos con el Capitán Martic, capitán de un interceptor ligero. Estaba obsesionado con que la tranquilidad del sistema es la calma antes de la tormenta, que tras la muerte de Isaías se esperaba se iniciara una guerra entre las «familias» para tomar el control de los negocios.

Nosotros pusimos cara de “cuánta razón tienes”, sin tener ni pajolera idea de quién era Isaías, pero como siempre decía mi madre, educación ante todo. Siguió contándonos cosas, como que allí era espacio de gente de frontera, gente llegada desde Flus en busca de una vida menos «civilizada» (como si necesitaran cazar para hacer sus tres comidas diarias). Por suerte una trabajadora de la estación apareció para avisarnos de que la carga estaba lista y que ya teníamos que dirigirnos a las naves de descenso.

El planeta Zeua

No es que hubiéramos viajado muchísimo, pero dudo que alguna vez topemos con planeta más raro que Zeua. Tenía toda la pinta de haber sido atrapado por el gigante gaseoso y tenía una geodinámica rara de narices, con agua que entraba en las profundidades del planeta y salía por los polos.

En la ciudad principal de Zeua nos dejaron unos camiones preparados con la carga de la nave y el último tramo, desde el espacio puerto hasta la ciudad, lo teníamos que hacer nosotros. No pintaba muy complicado hasta que en el momento que íbamos a subir en los camiones aparecieron tres tipos (Starthumb, Casca y Nueces), empeñados en que los camiones les pertenecían, que los necesitaban para una carga que tenían que mover y que los desalojáramos.

Nuestra reacción fue de sorpresa, a ver si la habíamos cagado, pero Morki analizó el contrato de los camiones y descubrió que nada de pertenecer a los tres listos, lo que pasaba es que los tenían alquilados desde el día siguiente. Civilizadamente les informamos que su alquiler aún no había iniciado y que los traeríamos puntualmente al día siguiente, por lo que no tenían que preocuparse, pero nada, se les notaba mucho que solo buscaban bronca (Morki pudo confirmarlo al leer la mente de Starthumb), y casi la encuentran. Decían que el trayecto nos costaría más de una semana, y eso si volvíamos, porque no había vuelto ningún camión desde hacía unos días. Fustigándolos con el látigo de la ignorancia, subimos a los camiones sin dirigirles ni una palabra más y partimos hacia nuestro destino.

La ruta a nuestro destino

Menudo caminito el que nos llevaba a la ciudad, estaba claro que los impuestos no los dedicaban a su mantenimiento, y puede que ni a su creación. Vale que la orografía era complicada para construir carreteras, pero no hubiera pasado nada si se hubieran esforzado un pelín más.

Cuando llegó la hora de cruzar las montañas la carretera se estrechó, y al poco se bloqueó, un camión estaba atravesado en medio de la carretera.

El camión no estaba abandonado, una mujer llamada Duan lo vigilaba. Morki habló con ella y nos avisó de que si seguíamos avanzando el camión se detendría, se quedaría sin energía igual que el de ella. La tipa parecía saber de qué hablaba, según ella era “una autoridad en esas cosas”, y el gran rifle que llevaba “para indeseables que llegan por la carretera”, hacía pensar que no estaba faltando a la verdad.

Aquello era mosqueante ¿sería también un problema de combustible? Porque menuda racha llevábamos. Pero no, era otra cosa, algo había drenado totalmente la energía del camión. 

Mientras unos se preocupaban del transporte otros, Twelki concretamente, se preocupaban de los transportado (a saber para qué), así que con disimulo entró a la caja del camión y lo que encontró fueron unos trajes especiales de tecnología superavanzada , eran raros de narices y parecían trajes hechos para pilotar enjambres de drones.

Hablando con Duan, nos enteramos de que el efecto de drenaje de energía se daba desde hacía unas semanas (justo el tiempo en el que dejaron de volver los camiones), las baterías se drenaban y toda tecnología nueva dejaba de funcionar.

Viendo que seguir avanzando con los camiones era una idea candidata a primer premio en el concurso de ideas penosas, decidimos dejarlos allí y enviar una avanzada al asentamiento para localizar a alguien que nos echara una mano para entregar la carga. Morki y Landel fueron los nuevos voluntarios forzosos.

Southpaw River

Al llegar a Southpaw River nos recibió la «alcaldesa» una mujer llamada Halalla, quien resolvió el misterio del enorme trasto que transportábamos, era un ordenador fluhídrico, que funcionaba con tecnología que no se vería afectada por el drenaje de la energía, así podrían sustituir todos los que ya no funcionaban.

Los habitantes estuvieron encantados de acercarse a los camiones a echar una mano en la descarga de la mercancía, y hasta recibimos el dinero convenido con Turoc (viendo como evolucionaba el transporte alguno no tenía claro que al final cobráramos)

No tardamos mucho en percatarnos de que además del problema con la tecnología, en el asentamiento también tenían un problema sanitario, algunos ciudadanos tenían la cara extrañamente hinchada. Y cabía la posibilidad de que esos ciudadanos no fueran los únicos con problemas médicos, Twelk y Antolín empezaron a escuchar voces en su cabeza, como el ruido de fondo que montan los niños.

Mientras cotilleábamos por el pueblo, Fox intentó recuperar el camión que cortaba la carretera (creo que llevaba idea de cobrar algún tipo de rescate o de quedárselo, no me quedó muy claro), así que mientras él trasteaba, Morki miró dentro de la cabina y encontró los papeles que identificaban al propietario. Solo hubo que alejarlo del pueblo para poder ponerlo en marcha, lo que no dejaba de ser curioso, y una vez comprobado que funcionaba, Morki llamó a las Industrias Fetén, propietarias del camión, para ver que podía sacar. La recepcionista le pasó con la división tecnológica, quienes le dijeron que si esperábamos 24 horas nos enviarían unos efectivos para darnos una recompensa.

De vuelta a la Babieca

De vuelta a Zeua parecía que a Camden, Antolín y Jinx empezaba a apretarles el cuello de la camisa, o les había crecido el cabezón o se les había encogido la cabeza. La opción ‘a’ parecía la más acertada, con esas cabezas en poco parecerían uno más del pueblo.

Jinx, percatándose de que esas cabezas no eran normales (un lince el oliero) se puso a investigar la enfermedad local y lo que le llamó la atención inmediatamente es que afectara a especies diferentes, algo totalmente anormal.

Tras la discusión de si íbamos al servicio médico local (que seguro que no tenía ni ordenadores), o buscábamos algo que tuviera alguna posibilidad de acabar con la enfermedad, decidimos ir a la Babieca e investigar todo lo posible sobre la enfermedad.

Los análisis no tardaron en revelar que estábamos infectados por una especie de parásito, un gusano que tras mucha investigación y pruebas Jinx y Morki descubrieron que eran sensibles solo al PSI. De hecho encontraron que los gusanos vivían de la energía y eran los que drenaban los recursos energéticos.

Morki limpió a base de golpes psiónicos a todos los miembros de la tripulación mientras Jinx evaluaba la posibilidad de documentar el nuevo ser en la galaxia. Se planteó el ponerle su nombre al bicho, pero lo de ser conocido por una enfermedad mortal intraespecie pareció no convencerle del todo.

En una alarde de civismo, y jugándonos una cuarentena, avisamos de todo lo descubierto a las autoridades planetarias, quienes en lugar de darnos las gracias, proponernos para algún tipo de medalla o poner el nombre de nuestro médico o de nuestra nave a una de las principales calles de la estación, se empeñaron en hacernos un interrogatorio sobre el origen de la enfermedad, tratamiento,… al final acabamos negociando los conocimientos sobre la enfermedad con beneficios portuarios en el siguiente transporte, así como unas instalaciones médicas para la nave ¡yuju! y cobertura legal contra acciones de otras corporaciones.

LLegados al acuerdo compartimos todos nuestros conocimientos con un tal Doctor Simón, un especialista en pandemias del sistema que no parecía enterarse demasiado, pero nos agradece mucho nuestro esfuerzo por arreglar la situación (es lo que tiene cuando salvas el culo de alguien). Nos habló de un tal Doctor Cino, médico que estaba trabajando en la parte superior de la Ruta Mirlon y en la Ruta Nube, pero estaba distraído viendo la cara que ponía el ukaro cuando le sacaban sangre y no presté demasiada atención a lo que decía.

Investigando el Gusano 

Como parte del acuerdo debíamos encontrar el origen de los gusanos, así que volvimos al pueblo para hablar con Halalla y empezar la investigación.

Por lo que nos contó, el fenómeno del drenaje había empezado solo un mes atrás y lo único reseñable en el emplazamiento desde entonces es que había llegado la primavera, o algo que se podía asimilar a la primavera. El planeta tenía un comportamiento tan extraño que no habían tenido esa estación en 50 años, había sido tal el cambio que desde que empezó había surgido un bosque entero.

Unas muestras de agua y vegetales nos confirmaron nuestras sospechas, los gusanos venían de una de las flores, en lugar de polen lanzaba huevos de gusano. Por suerte Morki encontró un sistema para cortar el ciclo de la planta antes de que florezca sulfatándola con determinados productos, así que redactamos un informe detallado con las medidas para evitar que el gusano se propagara, y como usar el psi para curar a los ya infectados.

Con la satisfacción del trabajo bien hecho, con la alegría de salvar vidas, y con lo que aún era más importante, con un beneficio económico con el que no contábamos al llegar, volvimos a la Babieca.

Volviendo a la nave 

Por fin en lo que empezaba a ser un hogar, la Babieca, ultimamos las negociaciones con las autoridades del espaciopuerto, el beneficio acordado sería que nos facilitarían una buena carga de granito para que pudiéramos vender en Franay, en breve sería la fiesta grande y la costumbre era golpear piedras de granito, nunca había suficientes para todos y siempre se producía ese maravilloso efecto al que llamaban “precios desorbitados”.

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