
191208. La Llamada de Cthulhu. Leo (Guardián), Sento (Tyler), JC (Eleanor), Juan (Ren)
10/02/1922. Viernes
Eran las 7 de la tarde, ya habíamos cenado, acompañados de una copa de jerez comentábamos todo lo sucedido durante el día, además escuchábamos las conversaciones de los demás contertulios, todos hablaban de la inauguración de la presa, nadie comentaba otra cosa y eso que aún faltaban 5 semanas.
Teníamos que decidir nuestros próximos pasos y creíamos tener tres disponibles:
- Dumbala. El santero de los esclavos negros que podía saber que estaba pasando y qué eran los extraños cristales que habíamos encontrado.
- Simón. Quien quizás conociera algún geólogo que nos pudiera ayudar a averiguar que eran los cristales.
- Evitar la matanza que se avecinaba. Para ello se nos ocurrían tres posibilidades:
- Vaciar presa
- Romper el dique de desvía el agua a la ciudad
- Evacuar la ciudad
Nuestros conocimientos de ingeniería hacían que la parte de actuar contra la presa fuera muy limitada, así que decidimos empezar por Simón al día siguiente y ver que podía contarnos.
11/02/1922. Sábado
Cuando Eleanor despertó encontró una nota en el suelo de la habitación, su periódico le había enviado un telegrama en el que nos confirmaban que la fecha del mapa de Booker en Rusia ya había pasado, el 23 de diciembre de 1921 un temporal sepultó varias ciudades, se hablaba de decenas de millares de desaparecidos.
Eleanor aprovechó el desayuno para ponernos al día, justo al finalizar un carro de bomberos lleno policías pasó por la puerta del hotel, la energía con la que golpeaban la campana nos hizo pensar en que algo grave estaba sucediendo, no pudimos evitar seguirlos.
En contra de lo que pensábamos nada estaba ardiendo, se trata de un motín en el hospital de la ciudad, y no era el primero de estos últimos meses. El cochero que nos había conseguido Esmeralda (el mismo del día anterior) nos llevó cerca, pero se negó a llevarnos hasta allí por miedo, decía que cosas terribles sucedían.
Al llegar al hospital vimos que estaba formado por dos alas simétricas, según nos contaron, el ala izquierda estaba ocupada por enfermos y la derecha por gente maldecida por espíritus (lo que nos sonó a enfermos psicológicos), éstos eran los que se habían amotinado.
Nos llamó la atención que la fuerza local era prácticamente negra, y ninguno portaba arma, solo una gran porra de madera, ni los policías blancos llevaban arma, y eso que parecían ser los jefes.
Lo primero por lo que se interesó Eleanor fue por la porra de los negros, por lo visto la policía local no usaba armas de fuego, nunca las habían necesitado, con la porra de madera era suficiente para la criminalidad habitual de la isla.
Uno de los jefes, un oficial blanco que respondía al nombre de Tomás, se mostraba reacio a contarnos que era lo que sucedía, pero cuando Eleanor le enseñó su cámara fotográfica y se ofreció a hacerle una foto que publicaría en su periódico, todo cambió, le contó que “los putos locos habían hecho lo de siempre, bloquear la puerta de acceso y matarse entre ellos hasta que los supervivientes queden dormidos de agotamiento”. Por lo visto había sucedido varias veces estos tres últimos meses.
En un policial despiste, Ren dio una vuelta por alrededor del edificio mirando en todas las ventanas, en una de ellas lo pasó francamente mal cuando vio en el suelo un policía sin cabeza, se la habían cortado y la cabeza no estaba en la sala.

Acompañados por Tomás llegamos hasta donde se encontraba repartiendo órdenes el Condestable. Estaba ocupado y muy preocupado, pero aun así perdió unos instantes en informar a la prensa, el tío era un profesional. Luego nos invitó a abandonar el lugar, pero cuando Tyler se identificó como miembro del FBI y se ofreció a ayudar, el Condestable lo llevó a un despacho cercano y le pidió ayuda. Le contó que desde hacía tres meses, los pacientes del sótano (los más peligrosos), se atrincheraban y hacían exigencias de lo más extrañas, como seres humanos y animales vivos para sacrificarlos. Luego se mataban entre ellos hasta que caían exhaustos, los volvían a encerrar en las celdas, pero al poco tiempo volvían a escapar y comenzaba otra vez el ciclo de locura.
Tyler se ofreció a entrar y tratar de solucionar el problema, tenía algo que no tenían los demás, una pistola y sabía como usarla. Consiguió una escopeta para Ren, le aconsejó que cuando la usara delante de él solo hubieran malos, pidió refuerzos, le dieron a Tomás y a Miguel (el fotografiado y otro oficial blanco), y todos (incluyendo a Eleanor), nos encaminamos al interior del sanatorio.

Lo primero que encontramos fue una celda ocupada por un negro enorme comiendo un brazo humano, al que dejamos a lo suyo, cerramos bien la puerta y ya veríamos que hacíamos con él más tarde. En la siguiente encontramos a un niño blanco que parecía en trance, estaba arrodillado, cara a la pared, recitando algún tipo de mantra. Al girarlo nos sonaba la cara ¡era el Blackwood JR, el hijo de CC Blackwood! Nuestros familiares le habían perdido la pista el día que saltó al futuro desde el barco con Cade y su padre. Como no había manera de parar su recital, lo dejamos inconsciente, atado y amordazado, y como con el otro, ya veríamos lo que hacíamos luego.
Al abrir unas puertas dobles que había al fondo del corredor, un desgarrador grito inhumano nos recibió, además de un policía negro sin cabeza en el suelo que casi deja fuera de combate a los policías locales de la impresión. La sala en la que nos encontrábamos había sido destrozada, había salpicadura de sangre por todas partes, muebles arrastrados y rotos, había sido una pelea muy rápida y contundente, aquello tenía que haber sido provocado por una avalancha de gente.
Mientras seguimos avanzando, Miguel nos contó que toda el ala de los poseídos estaba patrocinada por Joe Sugar, y que casi todos los internos eran negros, los que más fácilmente eran influenciados por los espíritus.
Al final de la sala había una trampilla y unas escaleras, la trampilla daba al sótano en el que se encontraban los peores casos, así que la cerramos, ya habría tiempo más tarde, y subimos las escaleras. El piso de arriba era de estructura idéntica al inferior pero de menor tamaño. Las salas de esta planta estaban vacías, solo encontramos un arañazo que acababa en una uña clavada en la pared, estaba claro que alguien había sido sacado arrastras de allí.
Solo quedaba el sótano, y nadie se animaba a bajar, los locales dijeron que ni de coña, que no cobraban lo suficiente, y nosotros tampoco es que diéramos saltos de alegría con la opción. En ese momento apareció el Condestable, dijo que se habían acabado los métodos modernos, había que entrar a la fuerza y acabar con el motín.
Tyler no se resistió a soltar el mando, es más, algunos tuvieron la impresión de que le habían hecho un favor. El Condestable seleccionó a 12 de los policías negros, les hizo abrir la trampilla e iniciar el descenso, y allá que fuimos, aunque no todos, ni el Condestable consiguió convencer a Miguel, y claro, Eleanor no quiso dejarlo solo por si le pasaba algo, además de que eso no era sitio para una dama,… vamos, lo de siempre, que se quedó arriba.
La luz no habitaba en ese sótano, solo una oscuridad densa que unida a un sollozo a lo lejos y ruidos de algo arrastrándose no ayudó nada a motivar a los policías a bajar. Finalmente armados todos con porras y lámparas de aceite, iniciamos el descenso. Pese a la cantidad de lámparas que portábamos, el sótano continuaba a oscuras, solo veíamos a tres metros, lo suficiente para ver que todas sus paredes habían sido derruidas. El suelo del sótano era un puzle de derribos y miembros humanos desperdigados unido con un mortero de sangre.
Súbitamente los policías negros apagaron las luces, el regreso de la oscuridad aumentó nuestro terror, pero esa oscuridad nos permitió ver un extraño brillo amarillento al fondo de la sala, tras una barricada hecha con los escombros.
Volvieron a encender las luces, y cuando Eleanor preguntó desde arriba qué demonios pasaba, un gran monstruo apareció de detrás de la barricada, era una especie de molusco gigante, con un caparazón cónico y unas pinzas enormes (más tarde supimos que se trataba de un miembro de la Gran Raza de Yith)
Nada más aparecer con sus pinzas acabó con la vida de dos policías negros. Reaccionamos rápido y le lanzamos una lámpara de aceite y un par de disparos, corrimos, los policías que se habían quedado retrasados lanzaron todas sus lámparas de aceite y mientras el ser trataba de apagarse salimos todos del sótano cerrando la trampilla a nuestro paso.
El ser estaba furioso con nuestra huida, la trampilla parecía aguantar sus golpes, aunque no las teníamos todas con nosotros, la parte rígida no cabría por la trampilla, pero la blanda sí, y era lo suficientemente grande como para alcanzar a cualquiera que se encontrara en la sala. El fuego le hacía daño y eso lo teníamos claro, así que buscamos todo lo inflamable que encontramos (alcohol, aceite, whisky,..) y lo lanzamos a la trampilla, prendiéndole fuego.
Al poco un refulgor azulado atravesó las rendijas de la trampilla, Tyler hizo un par de boquetes en el suelo con su pistola para poder ver que pasaba bajo (y aprovechar para tirar más líquido inflamable), pero no encontró el ser por ningún lado, así que apagamos el fuego antes de que se extendiera a todo el hospital y bajamos al sótano, el ser ya no se encontraba allí, lo único que encontramos fue un saco muy resistente de un material desconocido tras la barricada, y en su interior muchos de los cristales extraños que habíamos visto en los barracones de los esclavos de la presa.
Eleanor comentó que el refulgor que había visto en la trampilla le había recordado el refulgor que le contó su abuelo había visto en el barco el día que CC Blackwood había desaparecido, quizá el ser había saltado en el tiempo. Eso hizo pensar a Tyler que quizá los cristales no eran huevos como pensaba, sino una especie de acumuladores de energía, el sitio en el que metían la energía de las almas cuando acababan con los seres humanos. Eso explicaría el gran número de cristales que tenían preparados en la presa, y que estos cristales estuvieran junto al ser que también había saltado en el tiempo.
Era tiempo de volver al hotel y aclarar ideas. Antes de salir del sanatorio fuimos testigos del linchamiento al caníbal de la primera sala, algo que era de esperar en esta isla, y de cómo se llevaban al hijo de Blackwood, ya veríamos como hacíamos para hablar con él más adelante.
El Condestable estaba desesperado, sospechaba que sabíamos algo y quería saber todo lo que pudiera sobre lo que estaba pasando en su isla, nos hacía preguntas sin parar, así que quedamos para merendar.
Llegó al hotel al anochecer pidiendo disculpas por su retraso, estaba ojeroso y se le veía muy cansado. Nos dijo que no podía quedarse, esa noche era el ensayo de la inauguración de la presa y tenía que estar cerca para poder supervisarlo, así que nos pidió cenar en el otro hotel de la isla. Su conducta no nos inspiró demasiada confianza, por lo que declinamos su invitación y acordamos cenar más tarde.

Cuando el Condestable abandonó el hotel, Ren fue tras él, lo siguió hasta el otro hotel, donde desde la puerta canceló la cena con un “anularlo, no van a venir a cenar”, siguió caminando y llegó a la plaza del centro del pueblo donde tenía su casa, se asomó a su balcón y en ese momento empezaron a llegar camiones con esclavos. La plaza del pueblo se llenó completamente de esclavos, no se veía otra cosa, todos llevaban un saco de arpillera a la espalda con algo dentro que acababa en puntas, como los famosos cristales.
Poco a poco hicieron una fila que comenzaba en una gran mansión de la plaza y sacaron el cristal de dentro de los sacos y en ese momento llegó Cade, entró en la mansión y a los cinco minutos los cristales comenzaron a encenderse, lo que permitió ver que la fila llegaba a la presa, donde tendrían que haber miles porque se veía una luz imponente.
Poco después las luces comenzaron a apagarse y la gente comenzó a aplaudir, el ensayo había salido bien. Volvieron a subir a los esclavos a los camiones y el Condestable salió de su casa para venir a cenar al hotel.
Nada más partir Ren, Eleanor había llamado a Esmeralda para obtener más información del Condestable, y tras el pago de 2$ y una foto (extraña obsesión la de los isleños con las fotos), Esmeralda le contó que el condestable era una buena persona, pero era tonto, prácticamente todos los extranjeros con algo de poder lo mangonean por su obsesión con pertenecer a la alta sociedad. De las luces (se habían visto desde el hotel) dijo que se trataba del ensayo, los que las portaban eran trabajadores forzosos de Cocoa, pero el día de la inauguración habría comida gratis, regalos, e incluso se rumoreaba que igual repartían dinero como adelanto de los beneficios de la presa, así que toda la isla estaría en la ciudad y puede que no solo los trabajadores llevaran los cristales.

Ya puestos, Eleanor aprovechó para preguntar por Dumbala, seguíamos sin tener claro su papel en todo esto, pero quedó cristalino cuando Esmeralda dijo que lo de las luces es idea de suya.
Eleanor había intimado bastante con Esmeralda, a veces incluso parecían amigas, quizá fuera eso lo que impulso a Esmeralda a contarle que tenía una enfermedad que no le permitía crecer, que realmente tenía casi 30 años, eso hacía que en la isla unos le respetaran y otros la temieran por si estaba poseída.
Eran muchas cosas las que sabíamos y muchas las que sospechábamos, teníamos mucho que hacer, pero ya eran las 21:00 del domingo y tendrían que esperar al mes que siguiente.