Pathfinder: Sins of the Saviors (I)


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190901 Pathfinder. Juan (DJ), Leo (Hank), Scott (Kravin), JC (Karil, el hijo del dragón), Sento (Englier)


Gracias al portal de Chatear Gee, el viaje a Glantri fue inmediato, era extremadamente sencillo acostumbrarse a viajar con teletransporte. En Glantri hicimos entrega de los carromatos miniaturizados, devolverlos a su tamaño normal no tuvo complicación para los magos, así que no tardaron en darnos el 10% del valor que habíamos acordado, un total de 30000 mo, de las que Hank se quedó 15000 (Karil no estaba interesado en el dinero), 7500 para Englier y 7500 para Kravin.

Volvimos a Threshold y nos reunimos con el Ministro del Interior de Karameikos, teníamos que informarle de los avances de El Maestro. Lo pusimos al día de todos los experimentos que habíamos detectado, las babas verdes, las serpientes aladas, las 8000 armaduras invencibles,…

Ya finalizadas todas las obligaciones regresamos a nuestra casa, por fin. Allí fuimos testigos del recibimiento (nada amable) que le dio el halcón a Kravin, le dijo algo sobre que menudo familiar, que si lo había vuelto a dejar tirado, que si ya se lo había avisado su madre,… no fue nada agradable, así que algunos nos fuimos de compras mientras se ponían al día, regresando ya de noche con bolsas llenas de flechas +1, pociones, cinturones,… aquello parecía el prime day.

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Pasó un semana de lo más agradable, tuvimos tiempo de revisar los tratados comerciales, mirar que tal iban los negocios, incluso Englier estaba pensando en montar algo en la ciudad, tal vez una escuela de paladines, ahora que ya no tenía que mantener la Iglesia de Torag, estaba pensando entrenar paladines de Halav. Pero toda esta paz y tranquilidad se acabó la noche en la que estaban todos en la sala de la chimenea y alguien llamó a la puerta.

Fue Englier el que abrió la puerta, encontrando un caballero con armadura completa acompañado por dos escoltas que no parecía necesitar. Sin pensarlo lo hizo entrar como si fuera el repartidor de comida a domicilio, no fue capaz de reconocer su noble procedencia, y fue una suerte, porque habría salido a relucir un tema de unas babuchas que no hubiera sido de gusto para nadie.

El caballero era Jasón, Capitán de la Guardia de Penhaligon y su visita se debía a un gran agujero de casi 20 metros de diámetro que se había abierto en los jardines del palacio. Unos terremotos habían sucedido en la ciudad, los temblores fueron en aumento hasta que un día, con uno de los temblores más fuertes, se abrió el agujero. Cuando se acercaron oyeron lamentos o gemidos que provenían del fondo y pensando que algún residente del palacio pudiera haber caído dentro, enviaron un grupo de soldados en su rescate, sin éxito, porque nadie regresó del agujero.

El recuerdo de los gusanos subterráneos que usaba El Maestro vino a nuestras mentes, igual era él quién estaba detrás de estos terremotos, había que investigarlo, así que aceptamos la misión sin tardanza (más o menos).

De buena mañana Kravin nos sorprendió con una estupenda noticia, había aprendido el hechizo de teletransportación, y como con él éramos cuatro, podíamos viajar todos en el acto, así que aún no era la hora del almuerzo y nosotros ya estábamos en las afueras de Penhaligon (a saber como se lo habría tomado esta vez el halcón de Kravin).

Nada más llegar a palacio hicimos una ronda de babuchas, las botas del camino tenían barro y no queríamos provocar otro incidente internacional. Ya correctamente calzados tuvimos una audiencia con la Duquesa. Nos contó prácticamente lo mismo que el Capitán de la guardia, solo que esta vez atamos cabos y la fecha de la aparición del agujero coincidía con el momento en el que ayudamos a los Dioses a regresar a Mystara. Hank negoció las condiciones en las que haríamos el rescate, gastos de manutención, pago por día de trabajo,… y sin más demora entramos en el túnel.

Tras un breve descenso el túnel se convertía en una caverna natural. No fue fácil, pero localizamos el rastro del equipo de rescate anterior y lo seguimos. La estructura de la caverna fue cambiando, empezamos a encontrar zonas no naturales, moldeadas por la mano del hombre (o eso esperábamos). Al cabo de un par de horas llegamos al dintel de una puerta, un hechizo de abjuración lo protegía, nada que Hank no fuera capaz de anular.

Al otro lado del dintel la temperatura era muy inferior, una espesa bruma ascendía desde el suelo e impedía una visión normal, avanzábamos lentamente esperando no caer en una emboscada que por suerte no se produjo. Al rato llegamos a una escalera de caracol sin barandillas que descendía. Al poco de iniciar el descenso 4 cloakers se abalanzaron sobre nosotros e intentaron sin suerte arrojarnos al hueco de la escalera.

Tras unos diez minutos de descenso llegamos a una sala redonda de unos 15 pies, el camino se había acabado, no había puertas, escaleras o pasos. Pero ¿dónde estaban los miembros de la anterior expedición? Algo se nos escapaba. Menos mal que Karil se armó de paciencia, de una llama y se puso a recorrer las paredes, hasta que llegado a un punto vio como el viento movía la llama. No tardó en avisar a Hank, quien abrió la puerta oculta que daba acceso a un pasillo bloqueado por el derrumbe del techo.

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Englier despejó el camino con su anillo de carnero, una sala iluminada estaba al otro lado aunque la espesa niebla no dejaba verla por completo, solo podíamos ver a 20 pies. El suelo estaba lleno de sangre y trozos de humanos, habíamos encontrado parte del anterior equipo. Las paredes estaban escritas con diferentes caligrafías, unas muy elaboradas otra difícilmente legibles, unas hechas con tinta, otras con sangre, otras cinceladas. Karil estaba convencido de que habían sido escritas por la misma persona. El idioma nos era desconocido, pero no a todos, Hank fue capaz de leerlo, estaba escrito en farsilonio, el idioma de los Runelord. Según pudo descifrar Hank, se trataban de rezos a la diosa Lamashtu, la madre de monstruos.

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Lamasthu

 

Mientras observábamos los escritos una voz nos recibió «Hola señores, ¿son visitantes?», era el escriba, el autor de las escrituras de la pared. No podíamos verlo, solo oír su voz, la cual cambiaba de lugar cada vez que nos acercábamos, llegando a asumir que no tenía cuerpo, que se trataba de un espíritu que jugaba con nosotros, algo que quedó prácticamente confirmado cuando nos contó que era un humano que quedó atrapado en ese sitio cuando se produjo el derrumbe de la entrada miles de años atrás.

Persiguiendo la voz Englier notó que algo interfería con su detectar el mal, y concentrándose pudo averiguar que procedía de una sala a la derecha de donde se encontraban. Despejó de la misma forma el pasillo y llegaron a una sala redonda de techo abovedado con una especie de piscina en el medio llena de un agua negra de aspecto oleoso con un pequeño oleaje pese a ser un lugar cerrado, de ella rebosaba mal como nunca había visto antes. Y todo esto adornado con runas en las paredes, todas ellas destinadas a Lamashtu.

La clérigo no había venido, el paladín no tenía capacidad de anular ese mal, así que decidimos cerrar la puerta, bloquearla y ya volveríamos a solucionarlo en cuanto pudiéramos.

250px-lamashtu_holy_symbolSeguimos explorando la cueva cuando llegamos a una gran sala, en el suelo había dibujado un dragón blanco con un símbolo de chacal delante, en las paredes textos muy elaborados y estatuas de Lamashtu. Por último, al fondo de la sala un altar con parte de techo derruido y de una enorme estatua de Lamashtu sobre él.

El escriba también nos acompañó hasta la sala, nos confirmó que los textos eran suyos, también nos dijo que la sala del agua se le conoce como piscina del alumbramiento, es el lugar al que Lamashtu entra con los monstruos hembras cuando llega el momento.

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Teníamos multitud de preguntas para el escriba, pero ya eran las 21:00, así que tuvimos que dejarlas para otro día.

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