Exo – Campaña 808 (1ª sesión) – Garras y puños


Juego Exo
Fecha 03/12712
Campaña Exo 808
Lugar Manises I
Asistentes Chema (Lirafaf), Germán (Max), J.C. (DJ), Juan (Huk), Victoria (Victor),  Sento (Reinhard)

ExoEsta historia comienza años atrás, cuando los personajes aún no sabían que se iban a convertir en miembros de un grupo Exo. Dos de ellos nacieron en la populosa ciudad de Vettera, esa urbe cosmopolita, fruto de lo mejor de nuestra república. Reinhard Gehlen,un humano que siempre consideró que el orden tenía que estar por encima del caos. Sus pasos le encaminaron a las fuerzas policiales de Vettera donde destacó como un agente de inteligencia. Una tarde, tras una exitosa misión deteniendo a los cabecillas de un grupo de okupas urbanos, un militar le abordó en su despacho y le ofreció olvidarse de su planeta y convertir a toda la RFP (y toda la galaxia) en su jurisdicción personal. No lo dudó mucho.

Víctor era un piloto de combate de las tropas planetarias de la propia Vettera, una unidad bastante pequeña y que se dedica, principalmente, a alguna exhibición aérea que otra. Se sentía  insatisfecho pues es él quería conocer el espacio e ir allá donde nadie de su familia había llegado jamás. Un folleto de información abandonado en una mesa de la unidad, despertó su interés. La Armada de la República parecía el paso lógico en su carrera de piloto. Combates espaciales reales… ¿ alguien lo dudaría?

El pequeño Huk, de raza úkara, era un prospector en un campo de asteroides en Dero I, su sector espacial natal. Su trabajo era duro y la retribución económica no era muy alta. Picar piedras todos el día, en asteroides de rumbo errático con el peligro de que chocarán con otros pequeños no catalogados o con el peligro de que se deshicieran en mil pedazos por una falla no descubierta, no era la ilusión de su vida. Él quería viajar, conocer otros mundos, otros rincones de la galaxia. Como úkaro residente en Ihbaabca recibió la acostumbrada propaganda «integradora» de la RFP. En esta ocasión llevaba un anuncio preguntándole: ¿Por qué no te alistas en la Armada de la RFP, ciudadano? Y no supo dar ninguna respuesta convincente.

En Extrema se crió Max, el integrante veddio del grupo. La paz con la RFP le había dejado sin unos de sus sueños infantiles, surcar el espacio en una nave espacial. Aunque no comulgaba con las doctrinas piratas, era la única forma que conocía de salir de su difícil planeta. Una campaña de reclutamiento de la Armada le pilló en la edad apropiada y en el momento (estaba en el paro) apropiado. ¿Y por qué no? se dijo.  Buena paga, buena comida y gloriosas batallas para adornar sus orejas.

Es difícil nacer y criarse en una estación orbital. Eres un poco ajeno al planeta sobre el que órbitas y esa lejanía es mayor si resulta que tus padres son unos tyranos emigrantes de Xeo 3. Cuando eres el único niño tyrano en una estación espacial mayoritariamente humana, aprendes a sobrevivir. No te haces más fuerte, pero sí más astuto y más inteligente. Lirafaf, a pesar de su origen espacial, heredó de su familia un profundo amor por la RFP. Cundo murieron, en un accidente, ya nada le ataba a aquel cascarón metálico al que no se podía considerar un hogar. Él era de la República y la manera más fácil de conseguirlo era apuntarse a la Armada.

Todos ellos conocieron al sargento Gento cuando llegaron a la base orbital de entrenamiento de la Armada. Huraño, circunspecto, nunca se abrió a sus compañeros y por eso desconocen su origen e, incluso, su verdadero nombre. Tras dos meses de duro entrenamiento en la estación orbital, fueron seleccionados los seis como un grupo exo con el nombre provisional de 808. Entonces fueron destinados a Horrun, ese planeta infernal donde los exos de la primera flota se convierten en perfectas máquinas exo o, al menos, lo intentan. Jornadas agotadoras en un entorno donde sólo es posible respirar con equipo especial y donde la arena hiere cualquier trozo de piel que dejes expuesto. Las carreras al amanecer en mangas de camisa son una de las tradiciones horrunianas. Lo peor de Horrun, sin embargo, es la presencia de los Aolha; extintos hace 3000 años, sus ruinas parecen reclamar la sangre de los invasores. Muchos incautos desaparecieron entrando sin permiso en sus ruinas.

Pero Horrun quedó atrás y el 808 fue enviado a su misión de entrenamiento, la misión que lo completa: Víctor y Max habían ampliados sus conocimientos básicos de combate; Huk había aprendido las disciplinas de la vigilancia técnica,; Lirafaf, técnicas de investigación y vigilancia; y Reinhard, técnicas de infiltración. Pronto se vería si todo lo aprendido valdría para algo.

En Alpha Romeo 3

Tras varias semanas en sueño inducido, nuestro grupo es despertado cuando ya ha llegado a su objetivo. Allí, un almirante les encarga la misión. Su información no es muy abundante. Les dice que deben infiltrarse en un planeta mediante un salto orbital, recuperar una nave espacial que reconocerán en cuanto la vean (si la ven) y salir de allí pitando.

Nota del DJ: el almirante no era almirante. Iba disfrazado y aunque a algún jugador le extrañó el rango del personaje (puso caras raras), ningún personaje dijo aquello de: «¿me extraña que la misión nos la mande un almirante en persona?» Era una primera prueba de conocimientos logísticos, pero no la superaron.

Al sargento Gento no le gustó lo que estaba oyendo y empezó a protestar. Decía que su equipo no estaba preparado para llevar una misión de esas características en territorio hostil y que era una locura lanzarles sin la preparación adecuada. ¡No sobrevivirían! (ahí, dando ánimos). Finalmente, sus protestas fueron tan airadas que el almirante se lo llevó a una sala aparte y estuvieron charlando. No sabemos lo que le dijo, pero debió imponer galones. A su regreso, el sargento estaba mucho más dócil, ordenó al equipo que empacara y fueran a las vainas de descenso.

«¿Cómo es una vaina de descenso?» preguntó un jugador

«Es como… un ataúd» respondió el malvado DJ.

Se inicia el descenso, gravedad cero, algo de calentamiento en la parte inferior (es natural, les dice el DJ) y, de repente, las vainas empiezan a girar como locas. ¡Algo ha pasado! Miles de alarmas en la consola de la alarma: ¡Error del Sistema! ¡Error del Sistema! Sobrepasarán al atura crítica en 5, 4. 3… Huk fue el primero en reaccionar y pulsó el botón que había debajo del letrero «Eyección». Su vaina se separó y quedó flotando en el aire, envuelto por las nubes, sin ver a sus compañeros. El resto del grupo hizo lo mismo (nota del DJ: esa maravillosa sustancia de la que están hechos los PJ que mantienen una conexión de pensamientos únicos en las situaciones más comprometidas). Ahora, los cinco miembros supervivientes de la 808… (espera… ¿Cinco? Sí, aún no lo sabían, pero ya eran cinco: el sargento Gento no sobrevivió al salto).

Las nubes les rodeaban, no veían el suelo y caían, caían. Entonces Lirafaf se preguntó: «¿son nubes o niebla?» y empezó a ponerse muy nervioso. Estos planetas alienígenas tienen, aveces, unas bromas… El sistema seguía indicando que había superado la altura de apertura de paracaídas  pero no se habían abierto… Afortunadamente, la apertura manual sí funcionaba.

Las nubes se terminaron a pocos metros del suelo y pudieron contemplar un bosque espeso, cubierto completamente de nieve (¡un metro de nieve!) y ni rastro de sus compañeros. Una vez en tierra, todo el grupo tenía claro que alguien había saboteado la misión. Todo estaba nevado (las imágenes de inteligencia que les habían mostrado no indicaban la presencia de nieve salvo en las cumbres de las montañas), las vainas se habían desviado, los paracaídas no se habían abierto automáticamente y, para colmo, el resto del grupo se había perdido menos yo (o eso fue lo que pensó Víctor).

Su primera misión era localizarse, pero los comunicadores subvocales no parecían funcionar (¡un nuevo sabotaje!). Reinhard (el de inteligencia, no lo olvidemos) decidió subir por una ladera. Huk, sin embargo, activó su sensor de energía y detectó las trazas de equipo de sus compañeros, estaban desperdigados en una especie de círculo y decidió acercarse al más cercano (Nota del DJ: ¡estos cachivaches de las partidas de ci-fi!). Mientras se movían por el bosque, llamándose a gritos y haciendo más ruido que un alud, empezaron a oír fuertes gruñidos (¡gruñidos en la nieve!). Alguno pensó que era el úkaro (la nieve casi le cubría), pero Max fue el primero en comprobar que no. Frente a él se alzaba, en actitud poco amigable, un enorme animal de seis brazos de color marrón y gris. Tenía fuertes garras en sus seis extremidades y se mantenía erguido sobre unos pies palmeados que le impedían hundirse en la nieve. Aquel bicho parecía autóctono de aquellas tierras (aunque la tirada de biología de Lirafaf fue un fiasco) y estaba bastante cabreado. Atacó a Max y éste, sin pensárselo, descargó una ráfaga de su Del Fermer 12AZ sobre la criatura.

La criatura notó los impactos, pero las balas no llegaron a entrar en su piel. Furioso por el ataque, se enfiló contra el pobre veddio. Nueva ráfaga, sin efecto. El bicho estaba encima y Max decidió que si era inmune a las balas, no tenía porque serlo a los culatazos y le arreó uno en el mismísimo pecho. El bicho lo notó, pero lanzó cuatro zarpas a por el veddio sin éxito. Las zarpas eran bastante amenazadoras y Max intentó escapar saltando (tiene alas y pensaba usarlas), pero la envergadura de nuestra bestia era superior a su capacidad de escape. Gracias a los disparos, Víctor y Huk se habían acercado a la zona y empezaron a disparar a la criatura, con la misma suerte que antes, pero esta, al verse rodeada, saltó a uno de las enormes coníferas y huyó como alma lleva el diablo. Sus garras, observó Lirafaf que no había tenido tiempo de alcanzar la zona para participar en el combate, pero sí para ver al bicho, parecen ideales para moverse en los árboles (nota: «recuerdan a las de un perezoso australiano»). Y en efecto, el bicho se alejó de ellos saltando de copa en copa. Parecería una ardilla si no fuera por sus cuatro metros de alto.

¿Cómo era posible que aquel bicho fuera inmune a los disparos? Una rápida inspección a las armas les reveló una terrible verdad: la munición era de fogueo. Alguien había manipulado los cargadores. ¡Pero es que a nadie se le ocurrió comprobar el equipo antes de saltar!

Al oír los disparos, Reinhard descubrió que estaba caminando en dirección contraria. Se dio media vuelta y bajando al valle se topó con la vaina del sargento. Un vistazo inicial (más tarde confirmado por Lirafaf) indicó que la vaina había explotado por dentro. Nada se podía hacer por la vida del sargento Gento. El tiempo corría y no se detuvieron a considerar las implicaciones de haber perdido al oficial en el primer instante de la misión. Eso sí, ya tenían claro que toda la misión había sido saboteada.

[Nota del DJ: jugué la partida con un reloj sobre la mesa con una cuenta atrás (90 minutos les di para resolver la misión). Era algo que nunca había hecho, pero fue muy interesante porque era mirar el reloj y todos empezaban a correr como locos].

Bajaron el valle a toda velocidad y llegaron a la posición donde, teóricamente, había una nave que debían «recuperar». [Los más paranoicos empezaban a dudar que eso fuera cierto]. El poblado esa una base secreta de los libertarios completamente operativa: cientos de revolucionarios armados hasta los dientes, una valla electrificada para evitar que los bichos del bosque entraran, un espaciopuerto y hasta ocho hangares para revisar. Menos de 20 minutos en el reloj.

Con más precipitación que buen juicio, los miembros del 808 desconectaron la valla, se infiltraron hasta el espaciopuerto y con el sensor de campos energéticos descubrieron varias trazas mayores y varias menores en los hangares. Pensaron que las menores era de las naves apagadas y que la suya sería de esas. Dos peligrosas visitas después se saldaron con motos de nieve y un quitanieves. ¿Será entonces una de las marcas gordas? Y dos visitas después les permitió descubrir un carguero y una nave de planetización. Definitivo, estará en uno de los hangares vacíos… Y efectivamente, allí estaba, una nave clase Victoria B, con motor subespacial de rotación interna, perfectamente operativa y con su sistema de camuflaje activado (por eso no la detectó el sensor).

El reloj de la cuenta atrás empezó a sonar y el bombardeo orbital programado por la flota se inició. Enormes explosiones empezaron a caer. Ya no había tiempo para la sutileza… Corriendo subieron a la nave, la pusieron en marcha (tras un pequeño conflicto – y nervios – con la clave de acceso) y escaparon de allí mientras los proyectiles orbitales caían a su alrededor. Una vez en el espacio, localizaron a la flota de bombardeo y pusieron rumbo a su encuentro.

El mando les felicitó y les dio la bienvenida a los Exo. La 808 pasaba a ser una unidad operativa de los grupos Exo. Ahora sólo quedaban unos pequeños cursillos de especialización y listos para la acción…

– Un momento… un momento… ¡qué el sargento Gento ha muerto!

– Bueno, eso ha sido un desgraciado accidente… estas cosas pasan… habrá que nombrar otro oficial, ¿verdad sargento Reinhard?

– Pero… la misión estaba saboteada, las vainas se desviaron, las armas tenían munición de fogueo, la información de inteligencia no mostraba la nieve…

– Un grupo exo debe estar preparado para lo inesperado, pero el mando, a veces, le echa una mano a lo inesperado. Y no se quejen, que al otro grupo de prueba le pedimos que metiera la nave en el campamento sin que los rebeldes se enteraran…

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