Rise Of The Runelords: Burnt Offerings. 6ª Sesión.


Juego Pathfinder
Fecha 10/07/2011
Campaña Rise Of The Runelords: Burnt Offerings. 6ª Sesión.
Lugar Manises II
Asistentes Juan (DJ), Perico (Saia), Lohen (Cionaodh), Sento (Englier), J.C. (Karil), Leo (Mærvin).

Ha pasado más de medio año desde que aquello, desde que entramos en aquellas construcciones de una geometría impoluta y encontramos un mal que nunca debería de haber existido sobre la faz de la tierra.

Como recordaréis, tuvimos una batalla con una horda de kobolds, la mayoría no muertos (aunque este punto lo solucionamos), en una sala con un altar en el que se encontraba nuestro viejo enemigo, el kobold con corona (creo que era nuestro viejo enemigo, yo la verdad es que los veo a todos iguales, pero bueno, no creo que se cambien la corona de uno a otro todos los días). Una vez acabamos con todos, y pensando que por fin todo había acabado y que volveríamos al pueblo a descansar de nuestras múltiples heridas, Saia no pudo evitar cotillear en el altar, descubriendo que la losa podía desplazarse y daba paso a unas escaleras.

Las escaleras eran oscuras, no tengo muy claro si la falta de luz era natural o era debida a la terrible aura de maldad que por ellas subía, no podíamos volver al pueblo dejando lo que demonios fuera que emitía ese aura (que seguro que era un demonio) allí abajo, o al menos eso pensaba yo, porque cuando empezaba a bajar, mis compañeros me cogieron de los brazos, colocaron una roca enorme en la entrada a las escaleras y me dijeron que nos íbamos cagando leches al pueblo a que se curaran, que no tenían el cuerpo para más fiestas, yo respondí mi frase típica, “nada puede pasarnos, estamos en misión divina”, pero no tuve éxito.

Así que volvimos al pueblo a que la clérigo curara a Saia (que daba penita, la verdad), los demás se remendaron como pudieron, comieron algo, descansaron y por fin, volvimos a la mazmorra, a acabar con el mal ignoto que allí… si si, ya sigo ya, es que me emociono.

El altar seguía sellado, aunque alguien había limpiado la sala, ya no quedaba ni un solo cadáver (curioso), podríamos haber tratado de averiguar a qué se debía, pero nuestras ansias de acabar con el mal (o nuestra inconsciencia) pudieron más, descendimos raudos las escaleras llegando a una sala circular inclinada hacia la izquierda iluminada, aunque no con antorchas, sino con piedras mágicas incrustadas en la roca. En el centro había un cilindro con runas y tallas y cuatro salidas para elegir. No teníamos ni idea de qué podía significar el cilindro, aunque estaba claro que algo indicaba.

De la puerta de la izquierda venía ruido como de goteo, de la puerta de la derecha provenía un olor a podredumbre y por los bordes de la que teníamos enfrente percibíamos un brillo que parecía mágico. Como es lógico fuimos a por el que olía a podrido (ya lo sé, no parece lógico, pero sí que era de esperar que lo hiciéramos, ¿porqué?, y yo qué sé porque, porque siempre lo hacemos).

La puerta nos da acceso a una zona que no está tan elaborada como la anterior, hay menos tallas, la caverna es natural, al fondo encontramos unas catacumbas llenas de cadáveres y cuatro necrófagos, que tienen la costumbre de explotar cuando acabas con ellos, intentando contagiarte su enfermedad, aunque no tienen éxito.

Tras superarlos, llegamos a una sala llena de ilustraciones en los laterales, parecía la narración de una batalla, aunque no pudimos ver el resultado, ya que, recientemente, alguien había picado la pared, borrando parte de la batalla. Al fondo de la sala hay una reja, y el suelo está lleno de agua, que va adoptando formas extrañas según avanzamos. No hay nada que merezca la pena, así que volvemos a la sala del obelisco.

Esta vez elegimos la puerta de la derecha, que nos lleva a una sala cuadrada sin salida, hay un aura azul, se respira tranquilidad. En el centro había una fuente de agua cristalina de la que algunos bebimos. El agua curó parte de nuestras heridas y nos dio una tranquilidad que hacía tiempo que no experimentábamos. Creo que era la única sala en la que no detecté maldad por ningún lado, se estaba bien….

Sólo nos quedaba una puerta por abrir desde la sala del obelisco, la del agua. El suelo estaba lleno de agua y la sala se inclinaba hacia la izquierda. Dos pasillos nos esperaban, los dos con una puerta al final y un ruido como de chisporroteo detrás de ellas.

Saia tiró una de las puertas abajo, la sala que pudimos ver también estaba llena de agua, con algunos animales con quemaduras muertos flotando (ratas, sapos enormes,…), las paredes tenían una fluorescencia azulada.

Los primeros que entramos en la sala fuimos recibidos con una descarga eléctrica, enseguida entendimos lo de los animales. Al entrar en el agua, el desplazamiento hacía que el agua tocara el musgo azulado de las paredes, soltando en el acto una descarga eléctrica. Lo único positivo de la descarga es que el musgo se apagó, por lo visto tenía que recargarse, así que cruzamos la sala antes de que esto pasara.

El terreno comienza a elevarse, al menos ya no nos tenemos que preocupar de electrocutarnos. Llegamos a una sala en la que hay dos estanques con un pasillo entre ellos, en la pared del fondo una rueda unida a una cadena.

El agua estaba estancada y sucia, además en el fondo de cada estanque habían tres cuerpos humanos, que en cuanto nos ven deciden venir a saludarnos. La lucha fue durísima, Saía enfermó, pero pudimos llegar a la rueda del fondo, la giramos y…. nada, si, se había oído un ruido en otro lado de la mazmorra, pero nada, así que volvimos a la sala del obelisco, pero llevando cuidado con el musgo azul asqueroso ese.

Nos quedaba una puerta por explorar, la tiramos abajo, una idea cojonuda, porque nada más tirarla se oye un chispazo y esta vez no nos electrocutamos, si, había agua y musgo al otro lado, pero había algo más, tres ataúdes, y sobre ellos tres sapos gigantes que intentan comerse a Saia y a Mærwin, aunque no fueron lo bastante rápidos, murieron antes.

Mærwin decide llevarse un trozo de musgo descargado y casi le cuesta la vida, ya que lo descargó con su cuerpo (curioso este personaje). Viendo el estado en el que estábamos todos, decidimos volver a la sala de la fuente cristalina, beber de ella y descansar. El agua nos curó a todos menos a Cionaodh (aunque a día de hoy sigo sin saber porqué).

Ya recuperados vamos a la sala que tenía la charca central y la reja al fondo. Algo nadaba en el agua, pero nos ignoramos mutuamente, cruzamos y pudimos ver que la reja ya no estaba, la rueda la había subido, ahora ya podíamos pasar.

Al otro lado de la puerta no esperaba una sala llena de nichos, aunque por suerte ninguno se movía. Cruzamos la sala, la sensación maligna aumentaba con cada paso, por fin llegamos a una sala inmensa, el contador de mal se rompió, no estaba preparado para esa escala.

En la sala habían dos agujeros profundos con un pasillo entre ellos, al fondo dos estatuas de guerreros (con escudos y espadas en alto), parecía que defendieran el paso, y acertamos, en cuanto nos acercamos las estatuas cargaron contra nosotros en línea recta, Saia pudo esquivarlas y pasar al otro lado, el resto fuimos empujados otra vez al principio de la sala, bueno, todos no, Mærwin cayó por uno de los agujeros.

Cruzar al final fue una cuestión de estilo, Karil decidió saltar el agujero, yo lancé una piedra para activar el mecanismo, y cuando llegó la estatua a donde yo estaba, cuando empezó a retroceder, la monté cual cabalgadura y me cruzó toda la sala.

Desde el otro lado ya pudimos investigar tranquilamente los agujeros, no eran tan profundos, sólo tenían unos 6 metros, pero tenían oscuridad mágica. Una cuerda y todos juntos otra vez.

Abrimos la gigantesca puerta del fondo, se oyeron unos coros celestiales y pudimos ver una rampa que descendía aún más. La rampa nos llevó a una sala en la que al fondo había un sarcófago forrado de oro y piedras preciosas. Creíamos que no había nada más, pero Karil notó algo mágico al otro lado del muro en el que estaba el sarcófago.

De la derecha salió una voz…”Así que los héroes de Kasen han vuelto para luchar conmigo otra vez, seréis una buena incorporación a mi ejército de no muertos”, momentos después aparecen cuatro kobolds liderados por nuestro enemigo (si, un kobold con corona) que por lo visto no había muerto, aunque esta vez nos aseguramos.

Conseguimos una cota de malla masterwork y una espada mágica +1.

En las salas laterales sólo habían nichos, pero el agujero de la pared daba a un templo con un estanque. El estanque emanaba mal, pero mucho mal, joder que casi me desmayo de tanto mal, aquello no era agua, pero no podría decir lo que era, no bastante con el agua, lo que era un templo a Lashart ha sido pervertido, ahora es un templo maligno.

Como ya no habían enemigos y estábamos bastante destrozados, decidimos descansar, en nuestros sueños apareció un hombre muy hermoso (para las mujeres claro), parecía bondadoso, gentil,… nos agradece haber limpiado el territorio y nos permite llevarnos una escama de su sarcófago a cada uno (bendición de Kasen – Permite considerar una tirada un 20 natural).

Mi sueño fue más largo que el del resto, Kasen me explicó como consagrar el estanque y devolver el bien a esta mazmorra, cosa que hice nada más levantarme.

Por fin todo acabó, investigamos un poco y pudimos comprobar que los ataques de los kobolds eran para provocar su muerte, alimentando el pozo de almas para que volvieran como zombies, pero eso ya no pasará, el bien ha vuelto y el mal ha perdido.

Ahora solo queda descansar, curar las heridas y prepararnos para la próxima aventura, Torag sabe que aún queda mucho trabajo por hacer.

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