Juego | Comandos de Guerra |
Fecha | 05-02-2012 |
Campaña | Alejandreta II |
Lugar | Manises I |
Asistentes | J.C. (Director de Juego), Juan (McTine), Sento (Hamilton), Perico (Ashon), Leo (Samantha), Germán (Jordan) |
Viena (Austria), 11 de Marzo de 1938
El día empieza con el ruido de los stukas haciendo picados sobre Viena, curiosos despertadores los de estos vieneses. Al asomarme al balcón a ver si además de los picados están haciendo algo más, me llevo la segunda sorpresa de la mañana (y eso que sólo han pasado dos minutos desde que me desperté), por medio de la calle tenemos un desfile de la Wehrmacht. Me parece que nuestra estancia en Viena va a ser más interesante y breve de lo que yo esperaba…
Ashon es despertado por un botones del hotel (ni los stukas son capaces de despertar a nuestro querido Teniente). Por lo visto era un comunista acojonado por lo que pudieran hacer los alemanes con él, así que intentó que el Teniente le ayudara a llegar hasta la embajada británica como refugiado político. No tuvo suerte, sin embargo si la tuvo con Samantha, que redactó una especie de salvoconducto para el botones (que rompió después el Teniente sin que Samantha se diera cuenta).
Preparamos el petate y salimos del hotel, creo que éramos los únicos que quedaban, o los que peor se escondían, porque no vimos ni un alma mientras nos íbamos hacia la universidad.
Según un mapa que tenemos de la ciudad, la Universidad está a unos dos kilómetros del hotel, por lo que decidimos ir andando. En el trayecto vemos todos los comercios de la ciudad cerrados, y a algunos soldados alemanes aplicando correctivos a los ciudadanos vieneses que aún no se han dado cuenta de la gran suerte que tienen de tener a la Wehrmacht paseando por sus calles. Será mejor que salgamos de aquí rapidito…
La Universidad debió de ser el primer sitio que tomaron los alemanes, los hay por todas partes. Nada mas llegar paran a Samantha, pero no se la quedan, solo le preguntan dónde nos dirigimos (como si mandara ella, que raros son estos boches). Cuando les dice que estamos buscando a Müller avisan a un superior, un capitán de la SS que inmediatamente se autoconvence de que Samantha es una espía, pero no la fusila, le da la opción de demostrar que lo que dice es cierto, así que ya me veis por Viena en un sidecar con un boche camino del hotel a buscar los libros de Müller que tiene Samantha en la habitación, perra suerte…
Aprovechando que el soldado se ha quedado en el sidecar, escondo el material “comprometido” que pudiera tener Samantha en la habitación, cojo los libros y su pistola (con todos los alemanes que he visto me van a faltar balas, pistolas y tiempo) y vuelvo a la Universidad.
Demostrado al Capitán que buscamos a Müeller y que éste había dicho que estaba en la Universidad de Viena conseguimos que la recepcionista de la Universidad se lleve una bronca digna de Ashon. Por lo visto había dicho a los alemanes que no lo había visto nunca, pero era debido a que era un profesor asociado de la Universidad, tenía un pequeño despacho al que no iba casi nunca.
El Capitán nos deja que investiguemos su despacho y para nuestra total seguridad nos pone a dos soldados alemanes para que nos acompañen.
La recepcionista nos dice donde está el despacho de Müller y quién es el responsable del departamento, un tal Malher, Catedrático de Arqueología de la Universidad.
Decidimos hablar primero con Malher. El hombre se encuentra muy nervioso, conoce la correspondencia que mantuvieron Müller y Colvert, es más, también conoce la existencia de Samantha y su relación con Colvert. Nos dice que Müller seguramente se encuentre en la excavación, en los Alpes austriacos.
Al parecer, los nervios de Malher son debidos a su preocupación por su mujer, se llama Ángela Steinbal (no hace falta que añada más, todos hemos oído los mismos rumores). Nos pide que por favor la ayudemos y nos ofrece su coche para que la pongamos a salvo.
Dejamos a Malher e investigamos el despacho de Müller. El despacho está ordenado de una manera muy curiosa, todos los libros están por orden alfabético, todo muy ordenado, demasiado ordenado. Sobre la mesa encontramos un mapa de Europa con unas flechas dibujadas a mano, y en un cajón unas cartas dirigidas a Müller, pero no a la Universidad, sino a una dirección en Viena.
Nos despedimos del Capitán de la SS y le decimos que iremos a buscar a Müller a las excavaciones de los Alpes.
Nos dirigimos a la dirección que hemos encontrado de Müller, es un edificio en una zona céntrica de Viena, justo al lado de la embajada Española.
Samantha y Ashon entretienen a la vecina de enfrente de la vivienda de Müller para que yo pueda forzar la puerta y registrar junto a los demás el piso.
El piso está ordenado igual que el despacho, todo en orden alfabético, algo huele a cuerno quemado, o este tío tiene un trastorno obsesivo compulsivo o esto es un montaje y nos la están dando con queso. En su despacho encuentro una caja de seguridad, y en el interior la correspondencia que mantenía con Colvert, por fin estamos entendiendo cosas.
Müller escribió al Colvert equivocado (o eso se deduce de las cartas), pero en la excavación encontró material metálico que llamó la atención de Colvert, por lo que decidió colaborar con Müller, así que creemos que se dirige a las excavaciones.
En el piso McTine encuentra algunos restos arqueológicos, posiblemente de oro, que no tenemos muy claro si nos están acompañando en la búsqueda o se quedaron en el piso. Jordan por su lado, encuentra un manual de arqueología.
Es el momento de largarse de aquí, recogemos a Ángela (la mujer de Malher), dejamos a Halifax y Campbell en la embajada (nos falta sitio en el coche) y partimos a los Alpes.
Tras demasiadas millas de carreteras diminutas y millones de curvas llegamos al pueblo más cercano a la excavación. Como ya está anocheciendo decidimos descansar y dejar para el día siguiente la caminata a la excavación.
Nos alojamos en una posada del pueblo, donde por fin comemos algo, descansamos y al día siguiente conseguimos algo de información y un guía para llegar a la excavación.
Por lo visto el equipo encargado de la excavación lo forman unas cuatro personas, y duermen en la misma excavación, suelen bajar una vez por semana al pueblo a por alimentos y material. Hace un par de días llegó un nuevo miembro, lo recogieron de la misma pensión en la que nos encontramos nosotros.
El lugar donde suelen dejar los vehículos los miembros de la excavación lo encontramos desierto, empezamos bien, por lo menos no hay alemanes (la verdad es que no hay casi ninguno por esta zona del país). La excavación está también desierta, quedan marcas de donde estaban las tiendas de campaña, pero estas no están, sólo queda una, en la que encontramos las herramientas que suelen utilizarse en estos trabajos y parte del material que habían sacado de la excavación, algunos en proceso de limpieza y otros ya en cajas, embalados y listos para el transporte. Es muy extraño que hayan dejado todo esto aquí…
La excavación es bastante amplia, unos escalones de piedra envueltos en mallazo dan paso a una explanada con dos montones de piedras, uno a cada lado, y cinco estatuas de algo humano (están muy deterioradas) al fondo. Al examinar las estatuas me percato de que hay arena en las juntas de brazos y cuello (que raro), además la cabeza parece un poco separada del resto del cuerpo. Pido a McTine que me ayude y subiéndome en sus manos muevo un poco la cabeza de una de las estatuas.
La cabeza cede hacia delante (sin caer) y un potente chorro de arena comienza a salir por el agujero que queda en su lugar. En ese momento creo que Samantha empieza a gritar algo como salvajes, animales y demás, pero como el ruido de la arena no nos deja oírla, repetimos la acción con las otras cuatro cabezas, más arena empieza a salir de ellas, hasta que al final paran.
Mientras escucho atentamente la opinión que le merecemos a Samantha, observo que la tierra que había bajo de uno de los montículos de piedra ha bajado. Jordan también se percata y comienza a investigarlo, Samantha también lo observa y comienza a investigarlo mientras comenta con Jordan lo que opina de él (algo parecido a lo que opinaba de McTine y de mi).
Mientras Samantha da su opinión arqueológica sobre lo que piensa de Jordan, McTine y de mi, el Teniente Ashon murmura algo respecto a lo que se puede hacer con el maíz en una sartén, algo así como palomitas o algo parecido, y que era una lástima no tener una lata de esas cosas para atender a las explicaciones de Samantha.
Sin querer, como siempre, pongo un pie en la zona que ha bajado de tierra, con un resultado previsible de hundirme hasta la cintura. Pido ayuda a Samantha, la que está más cerca de todos, y ella me ayuda de un modo arqueológico, consistente en golpear mi cabeza con una escoba que se materializa en sus manos (pedazo bruja…)
El resultado también era de esperar, cogido a Samantha caigo unos 10 metros. Bajo de las rocas había una cueva excavada a mano, muy amplia. Al parecer al salir la arena, se ha activado un mecanismo que dejaba un acceso a la cueva, pero la hierba del campo la había cubierto (hasta que puse el pie).
Al fondo de la cueva hay un pasillo con unas baldosas muy grandes en el suelo (siete para ser exactos), y en la entrada al pasillo, tres bloques de unas 20 libras de oro a cada lado. Al oír lo de los bloques, McTine viene raudo en nuestra ayuda, al igual que el Capitán.
Como el oro no iba a ir a ningún sitio, decidimos investigar en primer lugar lo que hay al fondo del pasillo. Entramos tres, yo en primer lugar, luego Samantha y luego el Capitán.
Pasada la mitad del pasillo, éste comienza a inclinarse, Samantha resbala a lo que parece un abismo sin fin, y aún no se porqué, la cojo y evito que se caiga. McTine ve como se eleva el pasillo en su puerta y se coge a él, salvándonos a todos, por lo visto se trataba de un balancín un tanto macabro.
Ponemos el oro en la primera baldosa y cruzamos el pasillo. Al final encontramos una especie de tumba tapada con una losa de granito, que pese a que a Samantha no le hacía ninguna ilusión mover (con esto de que se puede estropear, que hay que ser científicos y tal), la desplazamos con cuidado.
En el interior de la tumba hay un cuerpo con ropajes que tuvieron que ser de mucha calidad, y muchos objetos antiguos muy bien trabajados en oro. Bueno, creo que hemos encontrado por fin al Rey de los Sarios.
Soldado Fénix Hamilton