Todo estaba relacionado con aquella explosión. No lo sabíamos, pero todo estaba relacionado con ella, con aquel estadio deportivo y aquella bomba que mató a tanta gente, hirió a muchas más y traumatizó a toda una sociedad. «¡Habían sido los sobrehumanos!» decían los titulares más amarillistas. «Habían sido los anarquistas!» decían los de siempre, pero para cinco de nosotros, que morimos en aquella explosión, había sido el día de nuestro nacimiento, de nuestro segundo nacimiento. No, no me preguntéis, no hay luz al final del túnel, sólo dolor, desconcierto y una sala blanca de hospital en la que todo el mundo te trata como si fueras parte del mobiliario.
Las siguientes semanas fueron de agonía y sufrimiento. Sabes que estás loco cuando que te pinchen con agujas de 10 centímetros entre los ojos es un momento anhelado porque durante unos instantes dejas de sentir, deja de doler, como meterse en una bañera después de un día trabajando en la fábrica. Somos seis personas que hemos perdido el nombre y nuestra identidad y nos referimos a nosotros mismos con nombres ridículos: Sol, Fotón, Vindicator, Ondas y demás zarandajas que sólo interesan a los de marketing de Valle Azul; para esta corporación somos BR-23. No sé lo que significa BR y no se sí antes que nosotros hubo 22. En realidad, no sé mucho de la empresa a la que le debemos la vida y con la que, al aparecer, tenemos un contrato de por vida. Me pregunto la vida de quién.
Higinio Torres es el jefe de nuestra célula. Los operativos de Valle Azul funcionan como células independientes para así proteger la información y a la compañía. Este Higinio me recuerda a alguien, pero no acabo de recordar a quién. No es un tipo amable, pero creo que toda su rudeza es una pose para hacernos mejor equipo, para conseguir que sobrevivamos allá afuera, donde los indalos salvajes, las corporaciones sin escrúpulos y los gobiernos corruptos están esperando que cometamos un error.
Nuestra primera misión
Higinio nos encargó que escoltáramos el traslado de una prisionera hasta unas instalaciones de Valle Azul. Se trataba de Protón Girl (cuya foto he intentado encontrar para enseñárosla, pero parece que la han borrado de los archivos). Íbamos en tres furgonetas negras idénticas para despistar a cualquier atacante e Higinio nos dejó elegir conductor (Ágata Cienfuegos, Marce Duval y Oven Jones, nada malo podía pasar si tenían apellido.) y posición en el convoy para que nadie fuera del mismo supiera dónde iba la prisionera. Esta, a su vez, iba atada a una especie de rueda que conectada a masa impedía que la mujer utilizara sus poderes eléctricos. No parecía muy peligrosa ni mala persona, pero Higinio nos advirtió. Se trataba de una peligrosa terrorista que había matado a más de cien personas en varios ataques indiscriminados. Una ladrona que se había enriquecido torturando y extorsionando a familias de clase alta. Para mayor seguridad, llevaba un collarín que, en caso de necesidad, podríamos optar por activar dejándola inconsciente. Le dejó el mando a Ondas y decidió que Pensamiento y el chico de las katanas no eran necesarios en la misión. Todo nos pareció normal.
La prisionera fue un poco incordio todo el viaje soltándonos su propaganda a favor de la supremacía de los posthumanos. Que si las corporaciones eran malas, que si nos tenían engañados, que si querían controlarnos y controlar el mundo. En alguna ocasión tuvimos la tentación de apretar el botón del collarín y dejarla inconsciente.
Saliendo de un túnel, entramos en un puente y allí nos atraparon. Nuestra furgoneta recibió un impacto lateral y volcamos y nos deslizamos varios metros. Agentes armados y vestidos de negro con un logo de una cinta rota empezaron a disparar a las otras dos furgonetas donde nuestros escoltas humanos tuvieron pocas posibilidades. Al intentar salir del vehículo, también recibimos disparos, pero entre Vindicator, Fotón y Sol conseguimos acabar con la amenaza. Esta, en forma de un tipo que lanzaba corrientes de aire, fue más dura de lo que esperamos y nos costó reducirles. Ondas se había quedado en el vehículo, pero ninguno nos dimos cuenta que la conexión de tierra de la prisión de Protón Girl se había soltado. Ella estaba acumulando energía y consiguió liberarse antes de que acabáramos con los asaltantes.
-Quieta -le amenazó Ondas, pero ella no le hizo caso y empezó a acumular energía para electrocutarle (y posiblemente a todo el puente).- Alto o te dejo inconsciente -volvió a intentarlo Ondas, pero Protón Girl era dura de oído así que Ondas apretó el botón…
…Y a Protón Girl le voló la cabeza. Literalmente, reducida en miles de fragmentos de sangre, hueso y masa encefálica que se repartieron por el interior de la fuegoneta, excepto una zona, con la misma silueta del perplejo Ondas.
No había mucho tiempo para pensar. A lo lejos se oían las sirenas de la policía y recordamos una de las enseñanzas de Valle Azul. Hagas lo que hagas con tus poderes sobrehumanos, que no te pillen haciéndolo. Así que nos fuimos, huimos y nos refugiamos en un discreto motel donde Ondas se aseó un poco y esperamos acontecimientos.
¿Qué puñetas había salido mal? ¿Cómo supieron en qué vehículo viajaba Protón Girl? ¿Y quiénes eran los asaltantes? ¿Qué significaba esa cinta rota que lucían en sus uniformes? ¿Por qué habían dividido al equipo si la misión era tan peligrosa? Y sobre todo, ¿quién ha publicando este resumen?
«nada malo podía pasar si tenían apellido»
Genial!! 😂