Acabando con los seguidores de Droskar, el Herrero Oscuro


Juego Pathfinder
Fecha 06/12/2009
Campaña La corona del Rey Kobold
Lugar Manises, Casa Juan
Asistentes Leo (Mærvin), Juan (Director de Juego), Perico (Saia), Scott (Rillka), Sento (Engelier)

Seguíamos en la mazmorra buscando a los niños de la aldea secuestrados Kimi, Mikra, Jurin, Savram y Hollin. Los dos primeros ya los habíamos encontrado y estaban con nosotros (además de un miembro de la expedición que estaba junto a ellos).

Como estábamos agotados de todas las batallas mantenidas, decidimos tomarnos unas horas de respiro antes de afrontar el siguiente reto. Habíamos llegado a la conclusión que el alma del los niños secuestrados estaría a salvo por unas horas más, ya que la ceremonia para capturar esa alma inocente tarda muchas horas.

Nos habíamos atrincherado en lo que antaño fue un dormitorio de monjes y tras acabar con sus actuales ocupantes, un par de esqueletos enanos, descansamos. Durante el descanso oímos como en la habitación contigua se producía un continuo pasar de seres. Primero oímos el quejido del torno de la maquinaria de elevación que había sobre el pozo y después las inconfundibles voces de unos kobolds. Sin embargo, tras los primeros sobresaltos, pronto comprobamos que los kobolds evitan nuestra sala (debe ser por los anteriores ocupantes) y siempre se dirigen hacia el pasillo sur.

Pasaron unas horas y estábamos plenamente restablecidos. Habíamos orado a nuestros dioses pidiendo auxilio para la siguiente confrontación y atendiendo a las necesidades de nuestros equipos, ahora el demonio de las cadenas nos esperaba.

Llegamos a la sala del pozo y avanzamos por el camino escavado en la montaña. Era un camino tosco, nada que ver con lo que hasta ahora habíamos recorrido. El túnel estaba lleno de humo, no se veía nada, avanzábamos palpando las paredes, de repente vimos un brillo rojizo, seguimos avanzando y llegamos a una caverna, en ella había un ser parecido a un enano pero del tamaño de un humano, envuelto en cadenas golpeando un yunque. Se trataba de un Forjado del Mal, un seguidor de Droskar el Herrero Oscuro, lo que hacía en el yunque era convertir el alma del pobre Jurin, el hijo del jefe de la compañía, en otro eslabón de su cadena, para cuando tuviera las suficientes almas encerradas en su cadena entregárselas a Drgokstar.

Íbamos a lanzarnos sobre él cuando Saia se percató de que el Forjado no estaba solo, escondido en un lado de la forja estaba un perro del infierno, esperándonos, lo que no esperaba era el golpe que recibió de Saia, un solo golpe de su hacha dividió el perro en dos partes, solo tuvo tiempo de lanzarnos un chorro de fuego que prácticamente no nos hizo nada.

El Forjado nos atacó al resto, golpeándome a mí y al tigre de Mærvin, que éramos la primera línea de ataque. Golpeaba con un martillo y volvía a golpear con las cadenas con garfio que le rodeaban, intentando atar al enemigo.

De repente todo era oscuridad y brasas en el aire, el Forjado había abierto la boca y de su interior brotó un humo tan oscuro como su alma y brasas de su forja, impidiendo que pudiéramos ver nada y golpeándolo guiados por la mano de Torag.

Saia fue enganchado por una de las cadenas del Forjado, de repente comenzó a sentir  mucho calor y a ser arrastrado hacia la forja por la cadena.

En uno de los golpes del forjado Rajji (el tigre), salió disparado chocando con la pared, creíamos que el golpe lo había matado, y bien poco faltó.

Al final, tras varios golpes de Saia a la cadena que lo arrastraba a la fragua, consiguió dar un golpe descomunal, destrozando uno de los eslabones de la cadena. En ese momento empezó a salir humo del Forjado y poco a poco desapareció. La victoria era nuestra, el Herrero Oscuro no devoraría estas almas.

Saia y yo rompimos cada uno de los eslabones de la cadena del forjado, liberando todas las almas que estaban encerradas.

Como recuerdo del combate me quedé con el martillo del forjado, un arma tan excelente como esa era necesario que fuera utilizada por el lado del bien. La estrené destrozando toda la simbología de Droskar que había en la sala, mientras Saia amontonó todas las herramientas de herrero para poder llevárnoslas más tarde, al parecer son herramientas de una calidad insuperable que harían dichoso al más preparado de los herreros.

Como el combate había sido intenso decidimos volver a descansar en la sala de la noche anterior, llevamos a Jurin con nosotros para que se uniera a sus amigos ya rescatados. La noche fue parecida a la anterior, se estuvo escuchando trasiego de kobolds toda la noche, algunos de ellos comentaban que el humo que salía de la forja era menos oscuro que antes.

Después del descanso continuamos con la investigación del monasterio, aún quedaban dos jóvenes por rescatar.

La primera sala en la que entramos era una especie de iglesia de Torag, ahora mancillada por los seguidores de Droskar. Al altar se accedía por un pasillo rodeado de capillas y dentro de estas habían esqueletos de clérigos asesinados.

Al pasar por delante de la primera, uno de los clérigos esqueleto se quitó su propia cabeza y me la arrojó sobre el brazo, me estuvo mordiendo hasta que pude arrancármela. Mientras el resto de esqueletos se dirigía a la salida de las capillas, venían a por nosotros. Mientras acabábamos con ellos Rillka se adelantó por el pasillo para poder llegar al altar  e investigar esa zona, de uno y otro lado fueron lanzándole cabezas, pero solo tres consiguieron su objetivo. El altar era un yunque muy grande, y escondido detrás de él encontró a Savram, el hijo del mago.

La lucha con los esqueletos fue desigual, ellos paraban los golpes y nosotros los dábamos, llegó ha haber incluso concurso para quien se cobraba mayor número de piezas. Cuando acabamos con los esqueletos dejamos a Savram con sus compañeros y seguimos con el registro del monasterio.

En la sala que entramos encontramos un oratorio muy grande, con bancos de rezo y un altar, en ellos 4 kobolds guerreros y un kobold chaman. Nos lanzamos a por ellos, acabando yo con el chaman, el más peligroso de los cinco. En el combate Mærvin se cobró su primera pieza, tuvo una lucha singular con uno de los kobolds guerreros y acabó cortándole las orejas.

Seguimos recorriendo el monasterio y llegamos a una piscina de agua caliente, al acercarse Saia a comprobar que no hubiera nada peligroso, recibió una fuerte descarga eléctrica, nos lanzamos al agua a acabar con aquello que allí estuviera, encontrando dos Shoker Lizards, que solo duraron un golpe de Saia (le enfadó mucho la descarga eléctrica).

Detrás de la fuente de la piscina encontramos una puerta que daba a una sala en la que se recreaba la batalla en la que los seguidores de Droskar acababan con la última resistencia del Rey enano. Los seguidores aparecían con ropas de clérigo y armas variadas en el lateral izquierdo de la sala, en el derecho las estatuas de los defensores del Rey tenían las caras de animales y estaban armados con lanzas esperando la acometida de los infieles.

Entramos en la sala y comencé a destruir las estatuas de los seguidores de Droskar, Saia me siguió, y en un cambio de paso entendí por que el techo de la sala no era plano sino abovedado. El suelo giró sobre el centro que unía las dos puertas de la sala quedando en la parte más elevada (lo que antes era la izquierda de la sala) los seguidores de Droskar, y en la parte inferior las tropas del Rey, sobre las que no pudimos evitar caer, por si no nos hubiéramos herido bastante, al momento se oyó un sonido metálico y las estatuas de los seguidores cayeron sobre nosotros, menos mal que de la mía ya no quedaba prácticamente nada, Saia no tuvo tanta suerte.

Para evitar nuevas caídas, cuando volvió a la posición original, avanzamos por la parte de las tropas del Rey, pero se volvió a activar la trampa, esta vez sin hacer tanto daño, estábamos preparados. Finalmente Rillka averiguó como se activaba la trampa, era al pisar pequeñas baldosas verdes que simulaban hierva del campo de batalla.

Cruzamos la sala y en la siguiente habitación encontramos dos muros de obsidiana con los nombres de los seguidores de Droskar caídos en la batalla grabados en plata. Mi reacción es automática, comienzo a golpear el muro destrozándolo poco a poco. Saia se percató de que algo se movía en uno de los extremos inferiores del muro, se lo comentó a Rillka y así encontramos el mecanismo que nos dio acceso a la siguiente sala.

Esta habitación estaba llena de tuberías abiertas o cerradas y un símbolo en cada una de ellas representando algún lugar del monasterio, por lo visto se trataba de una especie de sala de comunicaciones. En el centro de la sala había un enano muerto y un mapa de todo el monasterio.

En el plano encontrado vimos como había un pasillo que salía de la sala en la que nos encontrábamos, eso facilitó encontrar la puerta secreta.

La puerta daba al dormitorio del Sumo Sacerdote de Droskar. En la habitación encontramos una cama enorme, una oficina, una pequeña biblioteca, y en medio de todo un altar a Droskar con un mecanismo de sacrificio, mecanismo que había utilizado el Sumo Sacerdote para suicidarse dejando sobre la mesa la nota de suicidio. El mecanismo hacía que un martillo cayera sobre el yunque, lo que estaba sobre el yunque era la cabeza del Sumo Sacerdote.

Investigamos la biblioteca encontrando diferentes reliquias muy antiguas valoradas en unas 300 mo. En el cuerpo del Sumo Sacerdote encontramos en su puño izquierdo un guante negro bordado con hilo de plata que no ha sido afectado por el tiempo como lo ha sido el resto de la ropa. Al verlo recordé inmediatamente los guanteletes que los seguidores de Torag y Droskar habían diseñado para los héroes de los Dioses, según la leyenda esos guantes les daban unas ventajas divinas en combate.

Saia no se lo piensa y se pone el guante, de repente un dolor inhumano le recorre el brazo izquierdo, su mano parece que se vaya a separar del brazo. Cuando el dolor acaba observa como el guante ha convertido su mano en un guantelete, ahora solo le sirve para el combate, pero como ventaja se ha dado cuenta de que ahora es más fuerte (+2 a fuerza) y que incluso ahora sabe como lanzar el hechizo Moldear Piedra. Eso si, la única manera de quitarse el guantelete es mediante el hechizo quitar maldición.

Solo nos quedaba una sala de esta planta, una sala redonda con un obelisco negro en medio que llegaba hasta el techo.  Cuando Mærvin se acercó al obelisco un mecanismo se puso en marcha, el obelisco comenzó a atraer hacia sí todo los objetos metálicos cercanos, tuvimos que aguantar nuestras armas para que no se fueran al obelisco. La atracción hizo que la puerta de acceso y la de salida se cerraran, pero que otras dos puertas que habían en la sala se abrieran, de ellas salieron dos cabezas con alas, dos Vargouilles. Rajji se encargó de la primera, yo de la segunda y Rillka de desactivar el mecanismo.

Salimos de la sala y encontramos el cadáver de un aventurero, portaba una nota en la que explicaba sus andanzas por el monasterio, según como acababa el texto, asumimos que se había convertido en una de las vargouilles que habíamos encontrado. Lástima no haber leído esa especie de diario antes, nos hubiera sido de mucha ayuda.

La planta superior ya era segura, ahora teníamos que bajar al pozo y mirar a ver si Hollin estaba allí bajo.

Descansamos antes del descenso. Saia aprovechó para limpiar en la piscina de agua caliente su armadura, quitándole los últimos restos de ácido..

El primero en descender al pozo fue Rillka. Lo descolgamos con una cuerda y sin ser observado, encontró cuatro kobolds vigilando la sala de descenso. Viendo que no va a haber otro modo, decidimos subirnos todos en el caldero de descenso y bajar a la vez, y vaya si bajamos, a nadie se le ocurrió que aquello pudiera sobrecargarse, el mecanismo de seguridad se soltó y bajamos en caída libre. Solo Rillka, Rajji y yo quedamos en condiciones de luchar, ya que evitamos la parte más dura de la caída con un ágil salto.

Acabamos con los kobolds e investigamos la sala. Nada importante, pero en el almacén si que habían cosas importantes, comida y bebida, falta nos van a hacer. Mientras cogíamos raciones Saia vió a un cloaker escondido en la pared, tenía una flecha kobold clavada y goteaba sangre. Se lo comentamos a Mærvin y enseguida curó al pobre animalejo, que quedó muy agradecido y se escondió en las vigas de la parte más alta del almacén.

Y aquí estamos ahora, vamos a descansar un poco y en cuanto nos recuperemos seguiremos buscando a Hollin.

Plano de la primera planta

Juego

Pathfinder

Fecha Partida

06-12-2009

Campaña

Lugar

Manises, Casa Juan

Asistentes

Leo (Mærvin), Juan (Director de Juego), Perico (Saia), Scott (Rillka), Sento (Engelier)

Seguíamos en la mazmorra buscando a los niños de la aldea secuestrados Kimi, Mikra, Jurin, Savram y Hollin. Los dos primeros ya los habíamos encontrado y estaban con nosotros (además de un miembro de la expedición que estaba junto a ellos).

Como estábamos agotados de todas las batallas mantenidas, decidimos tomarnos unas horas de respiro antes de afrontar el siguiente reto. Habíamos llegado a la conclusión que el alma del los niños secuestrados estaría a salvo por unas horas más, ya que la ceremonia para capturar esa alma inocente tarda muchas horas.

Nos habíamos atrincherado en lo que antaño fue un dormitorio de monjes y tras acabar con sus actuales ocupantes, un par de esqueletos enanos, descansamos. Durante el descanso oímos como en la habitación contigua se producía un continuo pasar de seres. Primero oímos el quejido del torno de la maquinaria de elevación que había sobre el pozo y después las inconfundibles voces de unos kobolds. Sin embargo, tras los primeros sobresaltos, pronto comprobamos que los kobolds evitan nuestra sala (debe ser por los anteriores ocupantes) y siempre se dirigen hacia el pasillo sur.

Pasaron unas horas y estábamos plenamente restablecidos. Habíamos orado a nuestros dioses pidiendo auxilio para la siguiente confrontación y atendiendo a las necesidades de nuestros equipos, ahora el demonio de las cadenas nos esperaba.

Llegamos a la sala del pozo y avanzamos por el camino escavado en la montaña. Era un camino tosco, nada que ver con lo que hasta ahora habíamos recorrido. El túnel estaba lleno de humo, no se veía nada, avanzábamos palpando las paredes, de repente vimos un brillo rojizo, seguimos avanzando y llegamos a una caverna, en ella había un ser parecido a un enano pero del tamaño de un humano, envuelto en cadenas golpeando un yunque. Se trataba de un Forjado del Mal, un seguidor de Droskar el Herrero Oscuro, lo que hacía en el yunque era convertir el alma del pobre Jurin, el hijo del jefe de la compañía, en otro eslabón de su cadena, para cuando tuviera las suficientes almas encerradas en su cadena entregárselas a Drgokstar.

Íbamos a lanzarnos sobre él cuando Saia se percató de que el Forjado no estaba solo, escondido en un lado de la forja estaba un perro del infierno, esperándonos, lo que no esperaba era el golpe que recibió de Saia, un solo golpe de su hacha dividió el perro en dos partes, solo tuvo tiempo de lanzarnos un chorro de fuego que prácticamente no nos hizo nada.

El Forjado nos atacó al resto, golpeándome a mí y al tigre de Mærvin, que éramos la primera línea de ataque. Golpeaba con un martillo y volvía a golpear con las cadenas con garfio que le rodeaban, intentando atar al enemigo.

De repente todo era oscuridad y brasas en el aire, el Forjado había abierto la boca y de su interior brotó un humo tan oscuro como su alma y brasas de su forja, impidiendo que pudiéramos ver nada y golpeándolo guiados por la mano de Torag.

Saia fue enganchado por una de las cadenas del Forjado, de repente comenzó a sentir  mucho calor y a ser arrastrado hacia la forja por la cadena.

En uno de los golpes del forjado Rajji (el tigre), salió disparado chocando con la pared, creíamos que el golpe lo había matado, y bien poco faltó.

Al final, tras varios golpes de Saia a la cadena que lo arrastraba a la fragua, consiguió dar un golpe descomunal, destrozando uno de los eslabones de la cadena. En ese momento empezó a salir humo del Forjado y poco a poco desapareció. La victoria era nuestra, el Herrero Oscuro no devoraría estas almas.

Saia y yo rompimos cada uno de los eslabones de la cadena del forjado, liberando todas las almas que estaban encerradas.

Como recuerdo del combate me quedé con el martillo del forjado, un arma tan excelente como esa era necesario que fuera utilizada por el lado del bien. La estrené destrozando toda la simbología de Droskar que había en la sala, mientras Saia amontonó todas las herramientas de herrero para poder llevárnoslas más tarde, al parecer son herramientas de una calidad insuperable que harían dichoso al más preparado de los herreros.

Como el combate había sido intenso decidimos volver a descansar en la sala de la noche anterior, llevamos a Jurin con nosotros para que se uniera a sus amigos ya rescatados. La noche fue parecida a la anterior, se estuvo escuchando trasiego de kobolds toda la noche, algunos de ellos comentaban que el humo que salía de la forja era menos oscuro que antes.

Después del descanso continuamos con la investigación del monasterio, aún quedaban dos jóvenes por rescatar.

La primera sala en la que entramos era una especie de iglesia de Torag, ahora mancillada por los seguidores de Droskar. Al altar se accedía por un pasillo rodeado de capillas y dentro de estas habían esqueletos de clérigos asesinados.

Al pasar por delante de la primera, uno de los clérigos esqueleto se quitó su propia cabeza y me la arrojó sobre el brazo, me estuvo mordiendo hasta que pude arrancármela. Mientras el resto de esqueletos se dirigía a la salida de las capillas, venían a por nosotros. Mientras acabábamos con ellos Rillka se adelantó por el pasillo para poder llegar al altar  e investigar esa zona, de uno y otro lado fueron lanzándole cabezas, pero solo tres consiguieron su objetivo. El altar era un yunque muy grande, y escondido detrás de él encontró a Savram, el hijo del mago.

La lucha con los esqueletos fue desigual, ellos paraban los golpes y nosotros los dábamos, llegó ha haber incluso concurso para quien se cobraba mayor número de piezas. Cuando acabamos con los esqueletos dejamos a Savram con sus compañeros y seguimos con el registro del monasterio.

En la sala que entramos encontramos un oratorio muy grande, con bancos de rezo y un altar, en ellos 4 kobolds guerreros y un kobold chaman. Nos lanzamos a por ellos, acabando yo con el chaman, el más peligroso de los cinco. En el combate Mærvin se cobró su primera pieza, tuvo una lucha singular con uno de los kobolds guerreros y acabó cortándole las orejas.

Seguimos recorriendo el monasterio y llegamos a una piscina de agua caliente, al acercarse Saia a comprobar que no hubiera nada peligroso, recibió una fuerte descarga eléctrica, nos lanzamos al agua a acabar con aquello que allí estuviera, encontrando dos Shoker Lizards, que solo duraron un golpe de Saia (le enfadó mucho la descarga eléctrica).

Detrás de la fuente de la piscina encontramos una puerta que daba a una sala en la que se recreaba la batalla en la que los seguidores de Droskar acababan con la última resistencia del Rey enano. Los seguidores aparecían con ropas de clérigo y armas variadas en el lateral izquierdo de la sala, en el derecho las estatuas de los defensores del Rey tenían las caras de animales y estaban armados con lanzas esperando la acometida de los infieles.

Entramos en la sala y comencé a destruir las estatuas de los seguidores de Droskar, Saia me siguió, y en un cambio de paso entendí por que el techo de la sala no era plano sino abovedado. El suelo giró sobre el centro que unía las dos puertas de la sala quedando en la parte más elevada (lo que antes era la izquierda de la sala) los seguidores de Droskar, y en la parte inferior las tropas del Rey, sobre las que no pudimos evitar caer, por si no nos hubiéramos herido bastante, al momento se oyó un sonido metálico y las estatuas de los seguidores cayeron sobre nosotros, menos mal que de la mía ya no quedaba prácticamente nada, Saia no tuvo tanta suerte.

Para evitar nuevas caídas, cuando volvió a la posición original, avanzamos por la parte de las tropas del Rey, pero se volvió a activar la trampa, esta vez sin hacer tanto daño, estábamos preparados. Finalmente Rillka averiguó como se activaba la trampa, era al pisar pequeñas baldosas verdes que simulaban hierva del campo de batalla.

Cruzamos la sala y en la siguiente habitación encontramos dos muros de obsidiana con los nombres de los seguidores de Droskar caídos en la batalla grabados en plata. Mi reacción es automática, comienzo a golpear el muro destrozándolo poco a poco. Saia se percató de que algo se movía en uno de los extremos inferiores del muro, se lo comentó a Rillka y así encontramos el mecanismo que nos dio acceso a la siguiente sala.

Esta habitación estaba llena de tuberías abiertas o cerradas y un símbolo en cada una de ellas representando algún lugar del monasterio, por lo visto se trataba de una especie de sala de comunicaciones. En el centro de la sala había un enano muerto y un mapa de todo el monasterio.

En el plano encontrado vimos como había un pasillo que salía de la sala en la que nos encontrábamos, eso facilitó encontrar la puerta secreta.

La puerta daba al dormitorio del Sumo Sacerdote de Droskar. En la habitación encontramos una cama enorme, una oficina, una pequeña biblioteca, y en medio de todo un altar a Droskar con un mecanismo de sacrificio, mecanismo que había utilizado el Sumo Sacerdote para suicidarse dejando sobre la mesa la nota de suicidio. El mecanismo hacía que un martillo cayera sobre el yunque, lo que estaba sobre el yunque era la cabeza del Sumo Sacerdote.

Investigamos la biblioteca encontrando diferentes reliquias muy antiguas valoradas en unas 300 mo. En el cuerpo del Sumo Sacerdote encontramos en su puño izquierdo un guante negro bordado con hilo de plata que no ha sido afectado por el tiempo como lo ha sido el resto de la ropa. Al verlo recordé inmediatamente los guanteletes que los seguidores de Torag y Droskar habían diseñado para los héroes de los Dioses, según la leyenda esos guantes les daban unas ventajas divinas en combate.

Saia no se lo piensa y se pone el guante, de repente un dolor inhumano le recorre el brazo izquierdo, la mano parece que se vaya a separar del brazo. El guante ha convertido su en un guantelete, la mano ahora solo le sirve para el combate, pero como ventaja se ha dado cuenta de que ahora es más fuerte (+2 a fuerza) y que incluso ahora sabe como lanzar el hechizo Moldear Piedra. Eso si, la única manera de quitarse el guantelete es mediante el hechizo quitar maldición.

Solo nos quedaba una sala de esta planta, una sala redonda con un obelisco negro en medio que llegaba hasta el techo.  Cuando Mærvin se acercó al obelisco un mecanismo se puso en marcha, el obelisco comenzó a atraer hacia sí todo los objetos metálicos cercanos, tuvimos que aguantar nuestras armas para que no se fueran al obelisco. La atracción hizo que la puerta de acceso y la de salida se cerraran, pero que otras dos puertas que habían en la sala se abrieran, de ellas salieron dos cabezas con alas, dos Vargouilles. Rajji se encargó de la primera, yo de la segunda y Rillka de desactivar el mecanismo.

Salimos de la sala y encontramos el cadáver de un aventurero, portaba una nota en la que explicaba sus andanzas por el monasterio, según como acababa el texto, asumimos que se había convertido en una de las vargouilles que habíamos encontrado. Lástima no haber leído esa especie de diario antes, nos hubiera sido de mucha ayuda.

La planta superior ya era segura, ahora teníamos que bajar al pozo y mirar a ver si Hollin estaba allí bajo.

Descansamos antes del descenso. Saia aprovechó para limpiar en la piscina de agua caliente su armadura, quitándole los últimos restos de ácido..

El primero en descender al pozo fue Rillka. Lo descolgamos con una cuerda y sin ser observado, encontró cuatro kobolds vigilando la sala de descenso. Viendo que no va a haber otro modo, decidimos subirnos todos en el caldero de descenso y bajar a la vez, y vaya si bajamos, a nadie se le ocurrió que aquello pudiera sobrecargarse, el mecanismo de seguridad se soltó y bajamos en caída libre. Solo Rillka, Rajji y yo quedamos en condiciones de luchar, ya que evitamos la parte más dura de la caída con un ágil salto.

Acabamos con los kobolds e investigamos la sala. Nada importante, pero en el almacén si que habían cosas importantes, comida y bebida, falta nos van a hacer. Mientras cogíamos raciones Saia vió a un cloaker escondido en la pared, tenía una flecha kobold clavada y goteaba sangre. Se lo comentamos a Mærvin y enseguida curó al pobre animalejo, que quedó muy agradecido y se escondió en las vigas de la parte más alta del almacén.

Y aquí estamos ahora, vamos a descansar un poco y en cuanto nos recuperemos seguiremos buscando a Hollin.

4 comentarios en “Acabando con los seguidores de Droskar, el Herrero Oscuro

  1. No sé porqué veía tu firma en él, casi clavado al original y seguro que solo por descripciones.

    Solo le falta la escala y la leyenda. 😛

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