Etapa III: Pamplona – Puente de la Reina. 24 Km.


Esa mañana empezamos desayunando en la pastelería de los angelotes, Txema nos la había recomendado mucho, porque la noche que se perdió en Pamplona paso unas 7 veces por delante. No hay como empezar el día con un buen café y una napolitana recien hecha… estuvimos un rato de charreta con los camareros y cuando les pedimos el sello para la credencial se quedaron muy sorprendidos, era la primera vez que alguien se lo pedía… Al final les acabamos comprando unas magdalenas de chocolate para el almuerzo.

Empezamos a andar para dejar Pamplona y cruzamos por el campus de la Universidad de Navarra (dan ganas de matricularse de algo) donde pese a ser Domingo, nos pusieron el sello.

Después empezamos a tirar hacia Zizur la Menor. A la salida de Pamplona tuvimos nuestro primer encuentro con los campos de cereales, allí no nos molestaron mucho ya que era aún temprano (nuestra costumbre de no ir con prisas) y había alguna nube.

De todas formas no podíamos apartar la vista de la impresionante iglesia que nos llamaba desde la colina de Zizur, la iglesia de los Sanjuanistas con su bandera de la Orden de Malta al viento.

Al llegar a la iglesia nos encontramos con David, uno de los franceses que nos acompaño de vinos por Pamplona. Se había jodido la rodilla e iba a intentar quedarse allí ese día para descansar… nuestra experiencia en el Camino nos decía que Santiago lo iba a mandar a casa al día siguiente… una pena, porque era un buen tipo.

La iglesia estaba cerrada, pero el albergue estaba enfrente y parecía haber alguien, fuimos a preguntar si tenían llave y efectivamente, nos abrieron la iglesia y estuvimos un rato visitándola y leyendo la historia de la orden y de algunos de sus Maestres y Santos.

En Zizur también está la iglesia de San Miguel e intentamos visitarla, pero no pudo ser, esta estaba cerrada, no había gente alrededor a quien preguntar, y pese a que se acercaba la hora de la siguiente misa a nosotros nos quedaba el Alto del Perdón y no podíamos demorarnos más.

Tiramos a andar y empezamos a darnos el relevo con un trío de portugueses muy cachondos, en realidad eran 2 + 1 porque iban haciéndose la goma durante todo el camino.

La subida al Alto del Perdón es como empinada y lluviosa, pero sin el como y lo peor es que descubrimos que los lugareños suben por una cuesta MUCHO MÁS EMPINADA que los peregrinos. Txema atacó a la subida y Perico y Sento se las vieron y desearon con sus capas de agua (que si sopla el viento no hacen mucho efecto) pero acabaron subiendo sin que el Peregrino-Roncador les cogiera demasiada ventaja.

Desde la cima del Alto la vista es impresionante como también es impresionante el café que te prepara un peregrino Inglés que forma parte de una asociación que montan un tenderete allí arriba todos los años entre primavera y otoño. Tras un rato para reponernos cuerpo y alma (no muy largo porque hacía bastante frío y aire) Txema y yo nos dispusimos a afrontar la bajada, Sento, simplemente, cerro los ojos y murmuró una oración «Que no me pase na, y si me pasa, que me los lleve por delante»

Al bajar bajando nos encontramos con el grupo de quebecuás con los que estuvimos hablando a ratos en inglés (Txema y yo) a ratos en francés (Sento, el muy traidor). Los quebecuás estaban convencidos de que eramos los tres hermanos y más concretamente Txema y Sento mellizos… ¡Casí ná! Sigue creciendo la leyenda de los peregrinos hermanos, fomentada por las madre de Sento y Txema.

Llegamos a Uterga y paramos a comer, como diría Txema Muy Bien, y tiramos p’alante bajo el sol buscando un buen árbol donde dormir la siesta. Buscando, buscando le salvamos la vida a los portugueses que se habían equivocado de camino.

Por fin encontramos nuestro árbol en un campo de trigo y nos pusimos a roncar… Entre las brumas de la siesta recordamos a varios peregrinos que, pasando por nuestro lado, se paraban a admirar tan adorable estampa, incluso alguno nos hizo fotos…

Después de la siesta seguimos andando camino de Obanos… cuando llegamos nos damos cuenta que se nos habían perdido 2km. que según la guía estaban, pero que nuestros ya expertos pies sabían que no habían recorrido.

Txema quería desviarse en Obanos para ver una iglesia que está a unos kilómetros y desde la que se puede llegar a Puente de la Reina. Al final, pensando en que estaría cerrada no nos desviamos… luego resultó que SÍ estaba abierta. 😦

Finalmente llegamos al albergue y procedimos a la combinación típica de «Ducha + Masaje». Txema además le añadió un masajito por parte de Gloria. La verdad es que estábamos un poco alterados ya que mientras nos preparábamos para la ducha La Danesa (una bailarina que estaba haciendo el camino sola y en minifalda) decidió regalarnos unos estiramientos delante de nuestra misma cara… menos mal que no quedaba agua caliente…

Txema asiste a la misa del Peregrino mientras Sento y yo fuimos a cazar la cena de macarrones a la que las catalanas aportaron el vino.

Después de cenar fuimos a por el preceptivo pacharán junto con las catalanas, Manuel, Pepe y Brian.

A la vuelta al albergue Sento decide subir a dormir, pero se encuentra con un peregrino borracho que se cae desde la parte de arriba de la litera…

Txema y yo nos quedamos de charreta con el grupo y descubrimos lo que estaban ocultando las catalanas: al nuevo Batman (Montse) e inevitablemente al nuevo Robin (Gloria).

Si no hay pacharán, no dormimos…

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