11 de marzo de 1938. Diario de Samantha Colbert
El desayuno ha transcurrido con demasiada normalidad, aún esperaba que el teniente y sus hombres demostrasen algo de inteligencia, pero moriré así, supongo que es demasiado para sus egos militares agradecer la hospitalidad de mi padre.
Hemos salido en sendos taxis con destino Londres para coger el Hindenburg. Debo reconocer que tras la gran guerra la aviación es todo un nuevo campo, en el que sin duda estamos en pañales. Aún así me atrae la idea de pasar el día en el Zeppelin. Si tan sólo nos dejasen a las mujeres participar en las investigaciones estaríamos ya haciendo vuelos comerciales transoceanicos de efecto venturi. McTine y el Teniente vuelven a cruzar unas pralabras. Nunca he entendido lo estrechas que son las mentes de estos militares. Hablaron de mear en no se que tazas de té. Y parecían ordenes. En fin.
Para cuando llegamos al Hindenburg, habían preparado una gran plataforma sobre una elevadisima torre para acceder al mismo. Tras esperar pacientemente a que cogieran mis bultos al fin conseguí acceder al Hindenburg. Está a medio llenar, y los compañeros de viaje van a ser tremendamente aburridos.
El Hindenburg retrasó su salida esperando a “Herr Strand”. Que aspecto más funesto tiene este hombre.
Me instalé en seguida en primera, donde veo 4 alemanes con el equipo fotográfico más avanzado que he visto en mi vida, he intentado charlar con ellos, ya que nos une la afición, ahora que resultaron ser tan estúpidos como ricos. Pude saber que sus nombres eran Adlel, Doldick y Frau & Herr Gaolod.
Por allí también vi al matrimonio Auntlimb. Es uno de esos matrimanios que de viejos conocen las debilidades y preferencias de su acompañante más que las suyas, y que el paso del tiempo ha cambiado sus papeles de marido y mujer a niñera y adolescente. Cosa que extrañamente, molesta sobremanera a la recién establecida niñera-mujer.
Estuve charlando también con los Barumbain, director de orquesta, soprano y sus tres groseros y poco amaestrados hijos. Bastará decir que en sus ojos brillaba el miedo hacia Herr Koening. A todas vistas este oficial del ejercito alemán ejerce una influiencia negativa sobre todos aquellos alemanes, judios y demás razas, que no estén relacionados con el Partido Nacional Socialista. Ciertamente Europa vive momentos únicos. Esperemos que nuestro Chamberlain sepa moverse en estos ambientes, aunque me parece más de que es de los que sabe mantener una buena situación, que de los que se crece ante las adversidades.
También están los Silverberg, aunque no he hablado con ellos, parece una pareja de judios atormentados, aunque se observa cierto toque marcial en sus maneras.
El soldado Halifax. Este señor nunca debió de salir del establo en el que lo criaron. En cuanto supo que pese a estar en segunda clase no tenía vetado el acceso a la primera subió a emborracharse. Hasta que descubrió que era capaz de hacerlo y simlutaneamente abofetear a un francés por el mero hecho de ser francés. Está claro que un francés, por ser francés, ha perdido muchos puntos como persona, pero de ahí a agredirlos físicamente “just on sigght”, creo que hay un mundo, que por lo visto en la cabeza del Sr. HAlifax es un mundo tan pequeño que se puede estar en los dos simultanemanete.
Finalmente, ya aburrida, decidí montar la camara y fotografiar el paisaje, pero sobre todo a sus pasajeros, ya que, no entiendo mucho de esto, pero el rumbo del avión está siendo poco ortodoxo y juraría que esos cuatro alemanes están fotografiando el terreno. Los merluzos de los soldados no se han dado cuenta. Pero temo que esten fotografiando la linea maginot.
Finalmente los soldados acabaron montando un número. Yo no sé que pruebas les hacen pasar para entrar en el ejercito. Supongo que les dejarán a solas con un puzzle de 4×4 y 10 minutos. El que pasado ese tiempo no tenga resuelto el puzzle está dentro.
Hablan de disciplina, de orden y de honor:
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Halifax borracho, en el momento álgido de su borrachera, a 2000 pies de altura, le dio por gritar y llorar al cantico de “Dios Mio, es barométrico, ¡Vamos a morir todos!”. Algo barómetrico en un aparato volador!!! Dios, este hombre es todo sagacidad!!!!. Ahí saltó la disciplina por los aires.
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Dios sabe que estoy abierta a muchas cosas en aras del progreso. No obstante, aunque no me quede más remedio que respetarlo, me repugna la sola idea. A mitad de cena llegó el cabo más nervioso de lo normal, y algo sudoroso, por otra parte normal ahora que sé lo que se traía entre manos, y con toda la grosería que el cabo es capaz de atesorar dijo: “teniente, necesito que venga conmigo al water, no serán más de diez minutos”. McTine, también se dio cuenta y me susurró: “ya había oido los rumores de esa relación , pero parece que no quieren que se airee demasiado, ya sabe usted…”. “Adieau” al honor.
- El ya maltrecho orden militar se vio socabado, cuando una vez llegamos a Viena, el Teniente, a gritó pelado imepilió a todos sus hombres: “El proximo viaje lo van a hacer ustedes sentados sobre sus manos!!!!”, claro que final no se oyó por los sonoros sollozos de Halifax acerca de los horrores de los instrumentos “barométricos”.
Te escribo ya, querido diario desde el hotel que un hombre de negocios alemán (Ottombaun) nos aconsejó…. Dulces sueños…
Ah!!! Casi lo olvido, saliendo he encontrado esto en uno de los pasillos, no sé de quien es, parece un trozo de diario!!:
11 de marzo de 1938. Diario del subconsciente de Samantha Colbert
La señorita Colbert parece disfrutar del viaje. Ajena completamente a lo que sucede a su alrededor.
Halifax ha sido interrogado por el Sr. Koening. Ha cantado hasta el último de los detalles de la misión. Por un vaso de cerveza y un puro. YA borracho ha encontrado en su habitación una bomba.
El Teniente se ha apresurado a solicitar al cabo que se deshicieran de la misma cagando leches.
El cabo ha interpretado «deshacer» como averiguar de donde había venido y devolver a su sitio.
Su sitio era el camarote de los Silverberf, que Jordan había registrado , dios sabrá el motivo, y viendo que se trataba de explosivos se los llevó al artificiero. Solo que olvidó comentarlo.
El artificiero se ha venido abajo.
El francés al que abofeteó el artificiero llora amargamente en su habitación, mientras mira el uniforme de las SA que se ha confeccionado con la esperanza de que lo dejen entrar en el ejercito alemán. El no lo sabe pero tiene ascendencia judia. Acabará sus días pronto.
Herr Strand y Herr Koening son colaboradores y se charlan largo y tendido después de que HAlifax cantase todos los detalles de la misión.
Muller debe de estar siendo a estas alturas hostigado por fuerzas alemanas.
Y más si tenemos en cuenta que el Hindenburg ha sobrevolado la linea de asalto Alemana. Mucho me temo que mañana los vienes desayunaran con una bandera que no es la suya ondeando en su capital….
Hamilton ha robado a los fotografos alemanes. Un sacerdote lo ha pillado.
A ver si se acuesta ya la niña esta que tengo unas ganas de tomar el control……